La Alhambra se convierte en un oasis ante las olas de calor con tecnología punta y saber centenario, esa mezcla por la que los trabajadores cuentan con pulseras que detectan subidas de temperatura y su patrimonio con técnicas andalusíes para regularse ante el calor y evitar daños en maderas o piedras.
Técnicas ancestrales y tecnología disruptiva se mezclan para convertir el monumento nazarí, históricamente el más visitado del país, en un vergel en mitad de ese desierto de altas temperaturas y olas de calor que se suceden un verano más.
El Patronato de la Alhambra y el Generalife afronta la monumental tarea de cuidar a sus trabajadores ante los estragos del estrés térmico con una apuesta por la tecnología que los monitorea para reducir el riesgo de golpes de calor y de otras dolencias vinculadas a unas jornadas sofocantes.
Para este verano, el monumento blinda a su plantilla con unas pulseras inteligentes que pitan ante una subida de temperatura, una especie de seguro que refuerza otros protocolos de seguridad laboral como la adaptación de horarios.
"Además, se han repartido unas toallas que se mojan y refrescan durante cuatro horas para reducir el impacto del calor", ha explicado a EFE Ángel Cara, jefe de departamento del servicio de Conservación del monumento.
Esta solución se suma a otros EPI que integran avances tecnológicos enfocados siempre a reducir el impacto de las altas temperaturas, al riego monitorizado y a otras prácticas más de andar por casa como el baldeo de la tierra.
Para el calor, la Alhambra cuenta además con salas de descanso vinculadas a sus talleres y aclimatadas, adaptaciones de espacio que refuerzan un monumento de alta eficiencia energética que cuenta con elementos ornamentales que actúan para su regulación climática.
'Tecnología' nazarí
"El monumento soporta muy bien el calor, mejor que el frío, y no necesita adaptaciones para proteger el patrimonio por el diseño con el que fueron construidos sus diferentes espacios", ha añadido Cara, que ha destacado el buen hacer de unas cubiertas que en época nazarí sumaron una capa de yeso para regularse ante el calor.
El grosor de sus muros, la vegetación, el papel protagonista del agua en todo el recinto y el uso de materiales como el tapial o el mármol han convertido a la Alhambra en un espacio bioclimático con microclimas que reducen la temperatura en su interior y alivian los nuevos veranos.
"Las estructuras cuentan con una técnica tradicional con capas de yeso que protegen las maderas de los cambios de temperatura, a lo que sumamos tratamientos anuales con aceites para las maderas o el riego de terrizas para mejorar el confort", ha apuntado Cara.
Mucho más que decoración
La indiscutible belleza de la Alhambra convirtió al monumento en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, pero también en un espacio más placentero por el uso práctico y no solo estético de elementos como sus ventanas o los mocárabes, figuras geométricas entrelazadas que diseñan cúpulas similares a las cuevas y ayudan a refrescar las estancias.
Además, la Alhambra se edificó con el aire acondicionado de la Edad Media, una serie de pequeñas ventanas enfrentadas para generar ventilación cruzada y las conocidas como linternas, techos con ventanas que sobresalen y que hacen que el aire caliente ascienda y se marche.
Un estudio sobre su eficiencia energética y los niveles de confort del monumento, desarrollado por el Patronato y la Universidad de Granada, ya certificó en 2016 que la Alhambra podría catalogarse en la actualidad como una 'ciudad inteligente' atendiendo a sus variables ambientales térmicas y acústicas.
Una suma de cálculos con datos de temperatura y humedad e imágenes topográficas sirvió entonces para certificar que los Palacios Nazaríes cuentan desde su construcción con medidas de capacidad de conducción de calor en sus muros que generan ese microclima y oscilaciones térmicas de hasta 10 grados.
Y así, con el saber de antes y los avances de ahora, la Alhambra presume de un particular aire acondicionado, un atractivo más para el monumento más visitado del país.