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Desde la Bahía

Las nuevas efemérides

Nuestra Isla ha encontrado en esta fiesta de Halloween una nueva forma de ser recordada por el resto del país o incluso fuera de él

Publicado: 27/10/2024 ·
15:01
· Actualizado: 27/10/2024 · 15:09
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Ir con la cabeza agachada y la mirada puesta en el asfalto que estamos pisando no nos dejará ver más allá de este campo visual y perderemos el paisaje que el horizonte nos presenta. Conformarse es no variar nuestras costumbres. Inhibirse encierra en sí una unión funesta, la de la falta de confianza y el miedo. Hoy día es muy frecuente la existencia del miedo a destacar, a sobresalir de la mayoría que tiene en la envidia - tópico tan conocido como verdadero-  el tronco de roble que mantiene el fuego de la tradicional hoguera inquisidora, cuyo calor intenta y consigue reducir a cenizas las mejores críticas opositoras. Hay que estar abierto a la llegada de una innovación, una efeméride o a un arte nuevo.

Los celtas celebraban hace más de tres mil años un festival conocido como Samhain (fin del verano), fue la raíz de donde derivó la pagana fiesta de Halloween. No son sus orígenes precisamente alegres, de jolgorio, e Irlanda la celebraba el 31 de octubre cuando las cosechas tocan su fin y daba comienzo el nuevo año celta. Se creía que durante esa noche los espíritus de los muertos podían caminar entre los vivos. De ahí el uso de las máscaras para poder ahuyentar a estos espíritus malignos. Además, se colocaban velas en las ventanas para que los muertos encontraran el camino para comunicarse con los vivos.

Con la dominación romana de las tierras celtas, unieron sus efemérides, dando lugar a la Fiesta de la Cosecha en honor a la Diosa Pomona. La Iglesia opuso a estos festejos “el día de Todos los Santos”. La festividad llegó a Estados Unidos y Canadá en 1840. ¡Se internacionalizó en los años ochenta del pasado siglo gracias a una película La noche de Halloween de John Carpentier, un clásico del cine de terror!.


Durante la noche de Todos los Santos los difuntos, los fantasmas y seres de otros reinos salen a pasear por la tierra. De todos estos seres diabólicos destaca Jack, un borracho dado a los vinos mala persona que engañó al diablo al convencerle para que se transformara en moneda, para pagar al “barman” que les había atendido, pero no lo hizo, sino que se metió la moneda en el bolsillo, donde llevaba un crucifijo y no dejo que pudiera recobrar su forma previa.

Cuando Jack murió, no le quisieron ni en gloria, ni en el infierno y con su aspecto terrorífico vaga por el inframundo. Alumbraba su camino con un nabo con una pequeña luz en su interior, pero era tan desagradable su aspecto que los americanos e irlandeses lo sustituyeron por una calabaza con su retrato para tratar así que no se acercara a los hogares.  Es sigiloso y se acerca a tu puerta y ¡ay de ti! como no le abras. Te ofrece “truco o trato” y el elegirá truco por ti. Te llevará a la ruina. Ahora son los niños los que hacen de Jack, pidiendo caramelos de casa en casa. Si los habitantes se niegan o no tienen lo que piden, los chavales tirarán huevos o cualquier otro objeto sobre la fachada de esos hogares.

La tradición da ganancias y según estadísticas uno de cada cuatro caramelos o golosinas que se venden en EE.UU. durante el año tienen lugar en estos últimos días del mes de octubre. El éxito del Halloween es, por más que se quiera disimular, la expresión de la pérdida de religiosidad en favor del divertimento. Somos conscientes de que el referente cultural en la actualidad en este planeta son los EE.UU. El pantalón y la cazadora americana que todos vestimos es un ejemplo muy demostrativo. Europa ahora tiene que conformarse con emular aquella nación. España ya lleva varias décadas pudiendo cruzar los Pirineos como ciudadano europeo aunque quizás, todavía, con la categoría de “actor de reparto” y lleva aproximadamente el mismo tiempo celebrando la fiesta de Halloween.

Vulgarmente se dice que somos muy “noveleros”, es decir, adoptamos las costumbres extrañas a nuestra tradición con la misma ligereza con que enunciamos decretos o leyes y, además, con la creencia de que estas nuevas efemérides nos hacen más cultos y progresistas. Todos queremos ser pioneros o número uno, en alguna construcción o hecho importante, desde un pabellón deportivo a un tranvía, aunque luego las ideas puedan quedar como esperpentos. Nuestra Isla ha encontrado en esta fiesta de Halloween, una nueva forma de ser recordada por el resto del país o  incluso fuera de él.

Para reforzar esta idea y que sea aceptada con total éxito es preciso que el beneficio económico para el comercio local, y el político para el grupo municipal de que se trate, sea muy rentable. Si es así bendito sea, pero yo nunca estaré a favor de esta celebración de terror, máscara y truco o trato, porque estas fantasías fantasmagóricas luego las vemos en boca de adultos en los medios televisivos como ciertas y crean confusión entre los más débiles de carácter o los más jóvenes. Fantasmas ya tenemos los suficientes en España; podría citar nueve, aunque la lista puede ser más larga: de los aeropuertos que se han construido, sin que hayan conocido las pisadas del viajero.

Los que llevaron a cabo tal derroche económico deben ir con sus cabezas encapuchadas, para no ver el tumulto económico que sus ignorantes decisiones han llevado a cabo. Seguimos construyendo puentes, sin importarnos si existe el río y aeropuertos sin evidente necesidad. Y también somos muy dados a sustituciones de fiestas tradicionales, sobre todo religiosas, por otras de terroríficas bases y contenido entre grotesco y burlón que añade una máscara más a las múltiples que nos acompañan en el trayecto entre el nacer y el morir.

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