La Federación de Empresarios del Metal (Fedeme) ha instado a que ante el clima de incertidumbre que se vive actualmente en Cataluña y la preocupación que existe entre muchos de sus empresarios, entre los que planea la firme idea de trasladar sus domicilios a otras comunidades, los responsables de la recién estrenada Zona Franca sevillana den un paso adelante y divulguen las ventajas de operar desde la misma y los beneficios fiscales de que gozarían en caso de establecerse aquí.
Es una iniciativa oportuna, porque al igual que ciudades europeas se han ofrecido a acoger empresas e instituciones comunitarias radicadas en Gran Bretaña tras el “Brexit”, Sevilla no puede permanecer ajena a la triste situación que se está produciendo en Cataluña por el miedo a una posible declaración de independencia, un “Catalexit”.
No es sólo ya el cambio de domicilio social (tres mil empresas han salido de Cataluña en el último decenio por el independentismo), sino también tratar de captar inversiones inicialmente pensadas para esa comunidad y dejadas ya en suspenso, como es el caso de la planta de coches eléctricos de Tesla, o tráfico portuario ya perdido por Barcelona, como los automóviles que Citröen fabrica en Villaverde y que ahora embarcará en otros puertos de España. Si Puigdemont condena a empresas catalanas al exilio, aquéllas deben saber que Sevilla las acogería con los brazos abiertos.