La cineasta Arantxa Echevarría, ganadora del Goya a la mejor dirección novel con su primer largometraje, "Carmen y Lola", ha asegurado este lunes que quiere seguir rodando "desde el corazón" y "con las tripas", aunque teme "defraudar, porque el listón está muy alto" tras el éxito de su debut.
"Siendo mujer, me parece básico que levante mi voz, porque la historia me la han contado los hombres, me han contado cómo tengo que sentir, qué amar, cómo sentir un orgasmo o la menopausia", ha afirmado en rueda de prensa Echevarría, que participa este lunes y martes en Málaga en el ciclo de Encuentros con Directores de Cine de la Fundación Unicaja.
Admite que la ha "liado parda" con su primera película y tiene la sensación de saldar una deuda con "muchas mujeres que querían hacer cine y no se atrevían", porque ella ha dirigido su primer largometraje con 50 años y ha demostrado "que se puede, y que los sueños se cumplen".
Ahora está trabajando para Amazon en la serie "El Cid", en la que "no puede haber más testosterona y más sangre", pero asegura que la han llamado "para darle un toque femenino", y después dirigirá otra película de encargo, protagonizada por Belén Rueda y José Coronado.
A continuación tiene previsto emprender su siguiente proyecto personal, que se titulará "Chinas" y mostrará "a la segunda generación de inmigrantes chinos en España, que son españoles y hablan perfectamente español, pero sus padres no tienen esa facilidad de comunicación y viven anclados en una cultura".
Respecto a "El Cid", considera "interesante" poder "hablar de sangre, venganza y dolor, que siempre son muy vinculados al mundo masculino", y apunta que es "una serie de personajes, con mucha batalla y mucha historia de España", pero finalmente "la historia de un chaval que entra en una corte, lleno de dolor, y que quiere servir y ser leal a un rey".
Echevarría "no puede evitar" que en todas sus películas haya una mirada de género, porque ella es feminista y "se ha visto ya tanto la mirada de los hombres que es aburrido".
Sobre "Carmen y Lola", ha calificado como "una verdadera aventura" rodar con actores no profesionales "que nunca habían estado delante de una cámara", y a los que, cuando les decía que iba a contar la historia de amor de dos chicas gitanas, "querían salir corriendo por la puerta".
"Fue especialmente emocionante, porque nunca sabíamos lo que iba a pasar. Todo el rato tenía la sensación de que, al darle el guion, lo transformábamos, y de que había una dependencia absoluta de la naturalidad. Cada día sentía que estaba rozando algo que podía ser un esperpento y un chiste sobre algo o la pura realidad".
La directora reconoce que se sintió "muy dolida" cuando se acusó a su largometraje de ser machista y racista, porque no conoce una película "más feminista que ésta", y fue "realizada solo por gitanos".