Empezamos a verla escrita en los anuncios, a modo de entradilla, para irse haciendo hueco antes de oírla en un inglés españolizado. Y se acomodó formando parte de la publicidad y de su vocabulario, difundido con acostumbrada y estudiada sutileza, cantarina en este caso.
Es curioso cómo los extranjerismos en general y los anglicismos en particular se acomodan en el idioma hasta el punto de excluir su significado. El titular de hoy lo dice todo, una palabra compuesta, pronunciada, comprendida y empleada correctamente por quienes nos van sucediendo. Si preguntáramos por su traducción, es probable que no la supieran, que no dieran con el término concreto o el concepto. En todo caso la repetirían tras la conjunción causal a la que se echa mano cuando
la causa es la lógica de la acción, el proceso o el estado expresado por otra oración, según define la RAE, y ellos dirían
pues eso, ecofriendly y tras encogerse de hombros seguirían con su tarea.
Estas líneas no pretenden culpar ni mucho menos criticar esta actitud, todo lo contrario. Cierto, todas las lenguas tienen palabras únicas, sin traducción en otras y si las hay, no alcanzan a tener el matiz ni la fuerza que transmite su pronunciación al oírla. Sin embargo, la de nuestro titular ha sido adoptada, podría decirse, por economía verbal debido a su largo significado, ser respetuoso con el medio ambiente, llevar una vida saludable que, además, aporte sostenibilidad a la naturaleza. Y lo llevamos haciendo desde niños, cuando aprendimos a no tirar papeles al suelo, luego a reciclarlo y más tarde a separar los residuos respetando el medio. Como vemos, una definición con declaración de intenciones, por tanto, puede ser la causa de la adopción de esta voz que la resume, fácil para los jóvenes, muy sencilla para quienes van creciendo con esta forma de lenguaje y extraña hasta raspar los oídos para cuantos amamos nuestra lengua y disfrutamos buscando esas dos o tres palabras para dar un significado claro y conciso. Y por qué el titular, pues porque acompañaba otro anglicismo, el
sundrying, o sea, secar la ropa al sol, o más fácil, tenderla, lo de toda la vida. Cierto que las azoteas apenas se visitan y si se hacen, son como habitaciones de verano. La ropa, en cambio, pende de un cordel en un patio interior o va directa a la secadora. En cualquier caso, lo importante es el aire y el sol que reciben las prendas, el olor fresco de las horas pegado a ellas y que la plancha vaporiza, fijándolo para conservarlo en el armario. Un rito puntual, doméstico, único y ahora de moda. Por eso los tendederos abren sus alas en los balcones, porque el sundrying es
ecofriendly. Ánimo y prudencia