Atracó en el puerto de Cádiz de madrugada, hizo noche y luego partió, dejando hablillas por las esquinas que el levante se encargó de pasear mientras el crucero, una mole señalando al paseo Canalejas, tomaba el sol gaditano con ese deleite solo respirado por aquí. Las fotos y los videos corrieron por los móviles, ofreciendo esa forma de asueto moderna y con facilidad de pago hogaño, extraordinaria y elitista antaño. En cualquier caso, es una opción decidida por quienes gusten de una forma de viajar siempre respetable, turistas que, quizás, algún día recalen en la bahía gaditana, porque esta vez el
Wonder of the Seas ha arribado con la tripulación y de paso. Si vuelve, de él bajarán pasajeros con sandalias de goma y la piel enrojecida que le tocarán las palmas al pescaíto frito y a la puesta de sol en la Caleta, llevándose la luz inigualable de Cádiz en las retinas.
Era un bicho, habrán asegurado los mayores que a diario degustan café y un buen rato de cháchara en San Juan de Dios al compararlo con el
Oasis of the Seas, primo hermano, dirían, de éste
. Es lo propio de los atraques, ofrecer un espectáculo tan insólito como sorprendente y, por otro lado, tan ligado a esta ciudad que forma parte de su naturaleza, de ese algo que la hace distinta a las otras poblaciones costeras, el adiós dado con un silencio tan relumbrante y alegre como el de la bienvenida.
Y se fue, y en la estela burbujeaba otra hablilla naviera, esto es, relativa a otra mole construida en un astillero holandés, una noticia curiosa, extravagante no solo por la coincidencia en dimensiones haciendo la correspondiente salvedad, pues se trata de un yate cuyos tres mástiles miden unos 75 metros, tan altos que resulta imposible su paso bajo el puente de la ciudad de Róterdam, recientemente rehabilitado y bajo promesa de no volverse a desmantelar. Un detalle que no parece importar a su dueño, el fundador de una de las primeras compañías de venta por Internet.
El revuelo surgió al saberse su disposición a abonar otro desmontaje, como si fuera un mecano. La propuesta ha acallado a un sector, sin embargo otro grupo formado por unas cuatro mil personas esperan en estos días la conclusión, mientras reúnen una buena cantidad de huevos dispuestos a ser lanzados entre abril y junio, fecha estimativa del paso de la nave. Y pasará, porque el enfado se aliviará con el lanzamiento y la peste se la llevará el viento tras el lavado. De aquí a entonces habrá otras hablillas con las que chismear y distraer. Mientras tanto, un bergantín-goleta cargado de historia ha iniciado una nueva singladura con el brillo de Cádiz en tierna pugna con el de las lágrimas ilusionadas. Sin duda, el más grande.
Ánimo y prudencia.