Desde que esta columna se llena de renglones, es habitual dedicar una a sugerir qué títulos podemos disfrutar en verano. La claridad, la luz del mediodía filtrada y ligeramente oscurecida por la persiana habilita el rincón de la salita, especialmente después de ver Saber y ganar, un espacio callado al apagar la tele por el donde ondula la admiración por los concursantes y que, a veces, se alarga hasta la hora de la cena, sobre todo si no gustamos del paseo nocturno o la charla al fresco, más que nada porque ese fresco se disfruta artificialmente desde hace tiempo, tanto que nuestros hijos no recordarán los techos de casa ni de otros edificios sin rejillas con filtros.
El caso es que el verano llega con libros para sobrellevar el calor y la intención manifiesta de refrescarlo mientras pasamos las páginas. Con un poco de exageración o sin ella, es la mejor manera de vivir la canícula y el proyecto que llevamos a cabo quienes los hemos ido comprando desde que don Quijote cabalga por el mes de abril, iniciando el periplo de visitas por las ferias del libro.
Pasados los años comprobamos que el libro sigue vivo y dando vida, que el miedo a perder su tacto y su perfume se debió a la angustia por lo más parecido a un rumor o a una exageración. Una etapa inquietante que fue pasando hasta la llegada de la Inteligencia Artificial. Alisa o Siri fueron las primeras voces en responder y ofrecer sugerencias al usuario a sus preguntas sobre el tiempo o música para meditar. Lo que nos pareció casi milagroso ahora es habitual y hasta anticuado, porque desde entonces viene evolucionando vertiginosamente. Cualquier enlace de los ciento noventa y tres millones que facilita el buscador, nos da una idea de nuestro presente partiendo de un pasado no tan inmediato como pensamos, pues según una de las entradas el término data de mediados del siglo pasado, siendo el comienzo de éste donde empezó conocerse por todos. Ha llovido desde aquellos asistentes de voz, los smartphone y las redes sociales. Ahora nos la muestran escribiendo artículos, donde no supera la creatividad del ser humano, y respondiendo a la pregunta sobre los diez libros que uno debe leer en su vida. Al conocerlos, nos sorprendemos gratamente, porque aconseja los clásicos, aquellos que dibujaron un patrón innovador para los lectores, que nos han enriquecido por su estilo y voz única. Ver en esa lista a James Joyce, García Márquez, Proust, Harper Lee o el propio Miguel de Cervantes es extraordinario, tanto como retomar a alguno de ellos durante este verano principiante. Y si la relectura la acompañamos de un autor actual, resulta fascinante. Para no perdérselo.