La hablilla repite título, como otras veces. Apareció hace ocho años, un mes antes para ser exactos, y no habíamos oído hablar de ella, que conocíamos como gota fría y, anteriormente, cuando éramos pequeños, nuestros mayores la referían como el cordonazo de San Francisco. Aunque ningún año se escapa, el restallido aún no se ha oído por La Isla, sin embargo, los chaparrones han calado hasta los huesos y el viento ha loqueado hasta el desate.
Muchos anhelamos el frío, las tardes en casa con las gotas golpeando los cristales, taconeando en la barandilla del balcón. Y mientras las oímos volvemos a nuestra primera casa llenándose de muebles, a la piletilla del patio inflando burbujas, a los dibujos animados del jefe indio con la nube encima mojándolo mientras camina, a
Villa Rat-a-Tatque Enid Blyton construyó para nosotros, a las noches tormentosas de los relatos de Poe, a Escarlata O’Hara volviendo a Tara tirando de la carreta para sacarla del fangal, a tantos títulos donde los hilos de la lluvia nos lían como si fuéramos bobinas, permitiéndonos mover solo los ojos y las manos para pasar las hojas. Y aunque llevamos poco tiempo con la lluvia, la esperamos retomando un título que nos ha refrescado la canícula:
Pájaros en un cielo de estaño, del isleño Antonio Tocornal.
Nos narra con lenguaje sencillo la historia de una familia extranjera que se asienta en un pueblo andaluz, cuyo padre emprende mil trabajos para sacar a su numerosa familia adelante. Una historia de desarraigo a pesar de la unión familiar, de obediencia a pesar de los diferentes caracteres de sus integrantes, de tolerancia a pesar de la incomprensión de las costumbres, de integración a pesar del recelo. Una cadena donde encontramos eslabones que brillan lo justo para deslumbrar al lector con esos
fogonazos Tocornal que encandilan por su naturaleza fantástica tan verosímil y en este trabajo con la precipitación que nos ocupa: una nube amiga se formó en un momento y descargó sobre ella violentos rociones de lluvia…, permanentemente fina e incesante, lírica y purificadora también sobre la casa que habita la familia bajo este cielo de estaño. Sus componentes llevan el peso de la trama, sin embargo, los habitantes del pueblo facilitan la peripecia pasando a ser personajes potentes, como el cazador de luz, el mamón o el maestro, formando parte del trampantojo de una novela coral.
Un texto para aislarse, leerlo sin tiempo y volver a él con la certeza del descubrimiento. Un título para volar sin salir de nuestro rincón favorito mientras la ciclogénesis va mojándola calor.