El próximo martes, día 21, se cumplirá el primer centenario del nacimiento del torero onubense José Leandro Muñoz ‘Pepe Pirfo’. Con motivo de esta efeméride, su nieto Mario Leandro Román ha escrito una semblanza que ofreceremos en dos capítulos:
De la tierra de las salinas, del mar y los esteros surcaba, alzado y enhiesto, rompiendo el paseíllo un hombre de Huelva, un genio torero. Para sus conciudadanos, un excelente tercero además de un hombre sereno, risueño y sincero; para el aficionado taurino, siempre fue un excelso banderillero.
Su mayor gloria y su dicha más importante, sentirse choquero. En su pecho, grabado a fuego, aquello que siempre sostuvo en su pensamiento y en su verbo torero “Huelva, cuánto te quiero”. De nada presumía más que de ser de Huelva, de sus hijos y de sus nietos. Hoy son ellos quienes recogen su admiración y el orgullo taurino que va de padres a hijos y de abuelo a nietos. Ya tiene bisnietos que inmortalizan su idolatría en la Puerta Grande de los elegidos que él preside con solemnidad y apuesta torería. Uno de sus cincos luceros que tanto iluminaba la mirada de Pepe Pirfo, tomó el molde de sus huellas en el ruedo para convertirse en torero; honrando la profesión con dedicación y sentido valor, aunque procurando en él sus cuitas y sus desvelos.
Paseos de ramblas y veredas por los alberos de Andalucía, donde allí enclavar sus poemas de banderillas. En América y en España sonaban rehiletes de Huelva por fandangos y alegrías. En todos ellos, su garbo flamenco y su aroma de valor desprendía con suma elegancia y majestuosa torería. Donde quiera que anduviera siempre al trenzado de paseíllos en los ruedos de su vida; una vida al quite de unos recuerdos que guardaba en sus adentros, pero que ya forman parte del imaginario torero de Huelva.
En su terno de diario, torero de chaqueta cruzada, mascota en todas las plazas bien calada y ajustada, y en sus pasos firmes de cuarteos al compás de la vida, unos Oxfords Bullock, que siempre calzaba pulcros e inmaculados. A su paso, una fragancia que no quedaba caduca en el aire, que obligaba al giro del viandante y que hacía reconocer al personaje que alambicaba un halo de áureo resplandor. En el tumulto entre la gente, bien de camino a la plaza de toros o en sus paseos a tramos recogiendo incontables saludos por la calle Concepción y aledañas, emanaba una especial luminosidad; brotaba la efigie plateada de un torero, de un señor de Huelva, de un amigo de sus amigos y un enamorado de sus gentes.
Forjado a sí mismo y con el ánimo inquebrantable de quien sueña despierto sueños prácticamente imposibles, si no en oro, labró su futuro bañando sus sueños en otro metal al que dio un lustre diferente; brillante y plateado, de anhelos y conquistas, tejiendo, una carrera de casi medio siglo de gloria, pasión y dedicada entrega.
Sin quererlo o sin tenerlo como prioridad primera, valga la redundancia, alcanzó unos reconocimientos y unos sueños aún mayores. Si tamañas dimensiones tenían estos sueños, mayor fue el logro de conseguir que su gente de Huelva lo quisieran con la admiración y el amor con que lo saludaban. “Soy el hombre más rico del mundo cuando voy por la calle y me dicen adiós Pepe”. Y, al mismo tiempo, dotar de gracia y orgullo de pecho henchido a quien lo saludara fuese quién fuese, dónde fuese y cuándo fuese. Él era dueño del tiempo para sus amigos, allegados, sus paisanos y, por supuesto, su familia.
Estas mismas gentes, amigos todos, entrañables y singulares, que consiguieron para Pepe, una calle en su Huelva. La generosidad y el reconocimiento a una vida, a una forma de vivirla y a una manera de ejercer una profesión entregada casi en exclusividad, en cuerpo y alma, al toro. Dedicación que tuvo su premio también en aquella placa que preside la calle que une el albero de La Merced con la Puerta Grande de los elegidos para la gloria. Esa Puerta Grande en cuyo callejón hay dispuesta una cerámica con la imagen torera de Pepe al saludo y honor de los triunfadores que sueñan con su noche de verano triunfal en el agosto colombino. Un detalle mayúsculo que guarda todo el cariño de una plaza a su asesor taurino perpetuo.
Rejoneo
El caballero rejoneador de Escacena del Campo, Andrés Romero, ha decidido dar por finalizada su relación de apoderamiento con el taurino José Montes, con el que llevaba esta temporada (seis meses) tras el paso de Óscar Polo y Carlos Pereda. A partir de ahora, los asuntos de Andrés Romero los levará el taurino lusitano Antonio Nunes que, hasta ahora, le representaba solo en Portugal, donde el rejoneador ha tenido varias actuaciones triunfales. Dentro de unos días, Andrés actuará en Sevilla en el abono de la temporada.
‘El paseíllo’ entrega sus galardones
Una temporada más, el programa de Hispanidad Radio ‘El Paseíllo’, el único que ofrece información taurina en nuestra ciudad, va a celebrar el acto de entrega de sus galardones, en su cuarta edición, a las personas más destacadas de la pasada temporada en una gala que se celebrará mañana viernes, a partir de las ocho de la tarde en los salones de la Tertulia Miguel Báez ‘Litri’ del Barrio del Matadero.
En esta ocasión serán galardonados la ganadería Hermanos Domínguez Camacho como triunfadora de la temporada en la provincia onubense; el novillero Emilio Silvera Romero, como representante onubense en la final del Certamen de novilladas de Andalucía; y el artesano Alejandro Martínez, quien desde hace más de cuarenta años elabora las banderillas que se suelen utilizar en gran parte de nuestra provincia así como en otras zonas.
Un acto que reunirá al taurinismo onubense y que servirá para reconocer los méritos contraídos por los galardonados y reconocidos por el programa ‘El paseíllo’ que, cada lunes a las 20.00 horas, llega a la sintonía de Hispanidad Radio, en el 101.8 de la FM.