La poesía es para él un regalo y así la concibe para el resto de la sociedad, considerándola a veces un juego y siempre un disfrute estético, un género que no hay que vender, sino con el que hay que encontrarse. Joaquín Fabrellas Jiménez (Jaén, 1975) es poeta, licenciado en Filología Hispánica y profesor de Enseñanza Secundaria.
Autor de poemarios, estudios, artículos y traducciones, acaba de sacar a la luz ‘Clara incertidumbre’, su último trabajo poético. Nacido de sus inquietudes y escarceos con la métrica; es una plaquette de raigambre platónica e idealista, en la que sus 10 poemas giran en torno al amor, el vacío y la incertidumbre medida del caos cotidiano. “Ha sido un reto porque nunca antes había utilizado el verso medido.
Tienes clara la idea, pero el resultado es lento e incierto” reconoce el poeta, aclarando el nombre del poemario, del que se editarán apenas 30 ejemplares, pero que ya ha distribuido de forma digital entre quienes le siguen. “Es un regalo para amigos y poetas”, afirma quien ha aprendido en este proceso de creación “casi obsesivo” a ser aún más “perfeccionista”. Y es que no olvida su profesión, la de docente. “Enseño y eso me hace ser más exigente”, afirma.
Descubrió su don con la escritura en la adolescencia, siendo un estudiante que amaba la lectura y que necesitaba expresar emociones. Entonces escribía por intuición, fruto de haber leído mucho, y ahora la poesía forma parte de él. La investiga y estudia, sin dejar de crear poemas. “La poesía ha sido una herramienta para conocerme”, comenta quien defiende que es “ética y estética, un punto de apoyo” que le sostiene como persona. “No sé vivir sin la poesía”, reconoce.
A sus alumnos, la lengua se la presenta como una “herramienta” y la poesía como un “disfrute estético”, reconociendo que es difícil llegar a ellos. “Trabajo desde la sintaxis de la poesía, su musicalidad, animándolos a analizar la realidad a través del lenguaje porque uno es lo que escribe”, dice. Como profesor y poeta no intenta que a sus alumnos les guste lo que a él. “Busco que sepan escribir y expresarse bien, que sepan manejar la sintaxis porque es una forma de pensar, de estructurar su pensamiento. La poesía no hay que venderla, hay que llegar a ella”, afirma.
En la actualidad, en un contexto cultural en el que los editores buscan una poesía fácil, que no pese, Fabrellas muestra un ‘no’ rotundo a la poesía como mero objeto de consumo. “Zelaya decía que la poesía es un arma cargada de futuro y nos estamos olvidando de eso”, reconoce, apoyando una poesía de calidad y para todos y no la comercial que está proliferando, heredada de cantautores. “Se hace mucha poesía, pero no es de calidad” afirma, reconociendo que de la poesía no se puede vivir y que quien lo intente rozaría la mezquindad. “El arte no tiene precio. Quien quiera ganar dinero, que escriba novelas”, sentencia un poeta al que le interesa que su idea no muera y que el poema llegue a todo el mundo.
Con siete libros publicados, no ha recibido dinero por ninguno, sí promoción. “Me interesa que mi obra trascienda”, afirma. Escribe casi todos los días para alimentar su mente y quienes le siguen encuentran sus entradas en los blog ‘Lo bello y lo difícil’ y ‘El imperfeccionista’. En breve publicará su primera novela, ‘Fusilaje’, con la que aborda el proceso de creación desde un punto de vista metanarrativo y que está basada en la noche de Nueva York, sus músicos, actores y escritores.
A las puertas de publicarse está el poemario ‘Metal’, más filosófico, un discurso sobre la propia poesía, el camino de hallazgo de las palabras. Ha leído toda la obra de Miguel Hernández, autor al que copió en sus inicios, bromea.
En este 2017 Hernandiano, Fabrellas reconoce que es un “poeta ejemplo” de los que se debe seguir. “Fue un poeta natural, no fácil, que llegó al pueblo y luchó por la cultura. Es un buen ideal”, termina.