En total, unas cincuenta personas asistieron a la ceremonia. Sólo 20 de ellas podían estar sentados. El cura fue puntual, como siempre, y a las 12.00 horas en punto comenzó con la Celebración de la Palabra, previa a la tradicional de la bendición. Momentos después, el agua bendita se iba repartiendo entre una multitud de animales.
Este año no hubo sorpresas significativas en lo que a especies se refiere. La mayoría de las mascotas eran perros, de diferentes razas y tamaños. A ellos se añadió una minoría de gatos, tortugas y, dentro de estas, galápagos, así como periquitos o canarios. Curiosamente, y como resaltaba el sacerdote, nadie trajo peces. Bastante agua debían llevar ya encima dentro de sus peceras.
Tampoco aparecieron en esta ocasión animales exóticos o increiblemente grandes, como aquella vez que un creyente apareció en el templo con un burro; o aquel que trajo para bendecir una serpiente, recordaba el párroco.
Era difícil para estos animales mantenerse quietos y en silencio durante el oficio religioso. Es evidente que, por más que cada año vuelvan a ver al padre José Luis pronunciar la misa, no entienden la solemnidad e importancia a nivel religioso de la situación que están viviendo. Curioso resultaba, también, el modo en que se sacudían los canes en el momento de caerles el chorro de agua bendita encima.
A las puertas de la iglesia, iban llegando, tras la misa, algunos rezagados, a los que el cura, no obstante, atendió amablemente para que sus mascotas no se quedasen sin la bendición que había ofrecido a los más puntuales de la jornada.
El cura explicó una vez más a los feligreses la historia de San Antonio, aquel “modelo de espiritualidad ascética” que, nacido en Egipto allá por el año 250, decidió llevar una vida solitaria y espiritual en el desierto, donde vivió en armonía con los animales.
Seguimiento creciente
Palacios remarcó que cada año “viene más gente. Desde luego este año hay mucha más de la que había el año anterior”. Asimismo, comentó que los feligreses acuden con la intención de “dar gracias a Dios por todo lo que tienen, empezando por los animales, que no sólo dan compañía sino que asisten al ser humano en gran cantidad de trabajos”, recordó el sacerdote.
La tradición fue recuperada hace más de dos décadas por el Padre Cruceyra, aunque, como recordó el Hermano Mayor de la Archicofradía de la Caridad, José Manuel Triano, “al principio no se celebraba todos los años”. Hay que recordar que la cofradía interviene de una manera fundamental para el éxito de convocatoria a los fieles, al tiempo que dedica la Capilla de la Caridad a este santo.
San Antonio es patrón, además de los animales, de tejedores de cestos, fabricantes de pinceles, cementerios y carniceros, recordaban desde la hermandad religiosa.