Si a usted eso del
CNI y Pegasus le suena a serie de
Netflix y no ha oído hablar de
Finlandia o la
OTAN en estos últimos días; si todavía cree que
Chanel es una marca de colonia y pone en duda que
Alcaraz pueda ganarle un partido a
Nadal…, es que lleva
demasiados días en la Feria.
Si en el suelo de su habitación se acumulan
zapatos desparejados con una tonalidad tendente al amarillo albero; en la cómoda hay
dos o tres fichas de los coches tropezones y el salón está lleno de globos de colores a medio vaciar…, es que no le vale con salir de la Feria únicamente para dormir.
Si en la cocina no encuentra productos perecederos que echarse a la boca y lleva ya varios días recurriendo al congelador; si en el baño tiene ya más ropa pendiente de lavado que la que entraría en un contenedor de
Madre Coraje…, es que igual debe empezar a plantearse la posibilidad de recuperar la vida anterior, la que llevaba hasta hace apenas una semana, cuando se hablaba de la Feria como concepto de futuro.
Pasado ya el ecuador de este reencuentro con el
González Hontoria, la carretera se empina tanto que
Juanpe López no las tendría todas consigo de llegar al fin de semana luciendo la maglia rosa… Vaya, que tampoco sabía que un chaval de Lebrija se puso líder del
Giro de Italia camino del Etna… Pues sí que es grave el asunto…
Que digo yo, ya que estamos, que este Juampe debe ser el único lebrijano que por ahora no trabaja en la Feria de Jerez...
Llegado el jueves todo se hace ya cuesta arriba. Entre eso y que el miércoles fue un día de afluencia casi tumultuosa al Real, la sensación general es de cierta calma.
Muchos jerezanos empiezan ya a retirarse o directamente sucumben. Claro que aparece otro público. Desembarcan los que estudian o trabajan fuera, aquellos que se han resistido estos días a pisar el albero, los aficionados al mundo del toro o quienes bajan a Jerez el fin de semana.
Han escuchado eso de que la de Jerez “es la mejor Feria del mundo” y quieren comprobarlo. El problema es que curiosamente los mismos que se alzarían con los premios mayores en un certamen internacional de chovinismo son quienes en paralelo te dicen que este año –y el otro y el de más allá- el ambiente está flojito, que los caseteros 'te roban' y que la música que se escucha en el Real es una pachanga indigna de Jerez.
Complete eso con las recurrentes críticas al albero –aunque sea nuevo- y al paseo de caballos, que “ya no es lo que era”, y a ver cómo narices se entiende que al mismo tiempo defiendan que no hay otra cosa en el mundo como la Feria de Jerez.
Es un poco la teoría de “mi niño es mío y le riño yo”, pero por supuesto es el más guapo y el más listo.
A los que acaban de llegar es a quien conviene arrimarse para aguantar el arreón final, porque por mucha voluntad que se ponga en el empeño puede darse el caso de que a estas alturas de semana la cartera esté más vacía que el globo que le dieron a su hijo en los cacharritos en vísperas del encendido del alumbrado.
No se meta en líos cuando le toque ejercer de anfitrión. Aprenda cuatro cosas de enganches y caballos que pueda contar así 'de gratis' sin tener que echarse mano al bolsillo. Además, a la gente que viene de fuera le encanta el alumbrado, así que trate de enseñarles el millón y pico de puntos de luz que iluminan el González Hontoria, paseo por paseo, calle por calle. Cuantas más vueltas, mejor.
Si el visitante le ofrece una copa…, ponga cara de no saber quién ha pagado. A la tercera, a la cuarta, a la quinta…, cuanto más tarde mejor, le puede llevar a los cacharritos.
Por lo que vale una jarra de rebujito mete usted a la excursión en el laberinto, que proporcionalmente es lo más rentable de toda la Feria. Allí dura el dinero lo que el 'pagano' quiera que dure. Igual sus visitantes se quedan allí para siempre. Si es así, usted no tuvo la culpa. En todo caso la tienen ellos, que están confundidos con tanto cristal y no se dan la maña necesaria.
Y es que hay gente que no es capaz de salir por sí misma de esa sucesión de diabólicos cristales. Al igual que hay gente que encuentras en la Feria una y otra vez como si tampoco tuviera capacidad de encontrar la puerta de salida. A alguno que otro conozco que pareciera mismamente que vive allí, entre cajas de medias botellas y tanques de cerveza.
Tiene uno la sensación de que a este tipo de personajes los deben traer al González Hontoria en contenedores, igual que llegan desde Puente Genil las luces del alumbrado, como si de una gran mudanza se tratase.
Deben ir de Feria en Feria. Ahí está sin ir más lejos ese señor que se te arrima para saludarte en medio de una caseta como si te conociera de toda la vida para colocarte una papeleta de no sé qué hermandad de no sé qué pueblo perdido. También los del canasto de almendras, que aparecen siempre en el momento justo, como si brotaran de debajo del albero por generación espontánea.
De Feria en Feria vienen los políticos, y más aún en vísperas de una campaña electoral como la que se avecina en Andalucía. Este jueves le tocó el turno a
Juanma Moreno, presidente de la Junta y candidato del PP. Antes ya habían estado por aquí
Inés Arrimadas con Juan Marín, Inmaculada Nieto, Teresa Rodríguez...
Nadie falta a la cita. Son como el señor de las papeletas, como el del las almendras. Como las gitanas que venden claveles. Como los carteristas, que dice la Policía que también van de Feria en Feria. No se pierden ni una. Allí donde hay gente, allí que están.
“Todo se va terminando, todo se va terminando como un sueño que se aleja”, que dirían los
Amigos de Gines.
Un par de alumbrados más y se acabó lo que se daba. Si es capaz de salir del González Hontoria no se sorprenda de encontrar su ropero lleno de prendas de invierno. Es que habíamos tenido una primavera fresquita hasta que fue apresado por este laberinto de albero y farolillos...