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La tribuna de Viva Sevilla

De caballos y otras tasas

El turismo es bueno para la ciudad. Y el turismo va en coche de caballos, a veces. Si el caballo no desfallece de sed o de cansancio.

Cuando viajamos a ciudades tan civilizadas como Zúrich sabemos que tendremos que pagar 2,50 francos suizos por cada día que pasemos allí. En contrapartida, podemos disfrutar de un centro histórico perfectamente conservado donde su tejido urbano no ha sufrido merma ninguna en su evolución, aunque la iconoclastia del protestantismo de Zuinglio fuera negativa para el desarrollo del arte.

Cualquier casa que aquí hubiera sido derribada sin mayor contemplación allí se conserva porque constituye parte sustancial del conjunto, y la ciudad no sólo son los monumentos aislados: una placa junto a la puerta del edificio nos comunica que sus cimientos son del siglo XIII, que fue reconstruida en el siglo XVI, renovada en el XVIII y restaurada en el XX. Por esa razón de conservación mantiene aún un artístico balcón de madera del siglo XVIII. 


Qué decir de nuestra ciudad, donde no sólo casas de los siglos XVII y XVIII han sido derribadas, sino también palacios que se habían convertido en casas de vecinos en el siglo XX. En aquel tiempo de cuyos nombres no quiero acordarme en que se llegó a la cordial entente de derribar las casas de la acera izquierda y conservar las de la acera derecha. Algunos palacios fueron afortunados y conservaron sólo su magnífica portada, a veces, sirviendo de entrada triunfal a conocidos centros comerciales.


En fin, lo que importa es el turismo y el turismo es bueno para la ciudad. Y el turismo va en coche de caballos, a veces. Si el caballo no desfallece de sed o de cansancio. En alguna ocasión, loco de látigo y carga, emprende frenética carrera por la avenida de la Constitución hasta salir a la Plaza Nueva y estrellarse contra el cristal de un banco. De los que mueran fuera de las horas de trabajo no tenemos noticia. Sí de los que, espoleados por sus aurigas, emprenden algo parecido a la carrera de cuadrigas de Ben-Hur al subir la calle de San Gregorio, como pueden atestiguar los vecinos.


La otra tarde, a lo lejos, el espectáculo de la yegua desfallecida hacía pensar en un nuevo rodaje cinematográfico: un coche de bomberos con escalera de incendios, coches de policía, coches de caballos, furgón para el animal, turistas, viandantes  y curiosos se arremolinaban frente a la Puerta del León del Real Alcázar. Sin embargo, un matrimonio alemán protestaba a la Policía por no denunciar los hechos mientras otra joven decía que habían tardado una hora en llegar los servicios municipales.


Si el turismo es bueno para la ciudad, la ciudad debe ser buena con los turistas y no ofrecer espectáculos como el que se ha dado hace unos días justamente en uno de los vértices de ese triángulo monumental, Patrimonio de la Humanidad. Por favor, que la explotación turística no se refleje en la explotación equina. Vemos a extranjeros que se apiadan y conmiseran de las pobres bestias acariciando con compasión a los famélicos jamelgos. Qué vamos a hacerle, los caballos están para cargar; los turistas, para pagar.

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