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Jueves 31/10/2024
 

La tribuna de Viva Sevilla

Solidaridad versus caridad

Por Fernando Pavón

Por Fernando Pavón

Durante prácticamente todo el año, pero especialmente en las recientes fiestas navideñas, podemos observar las campañas de recogida de alimentos no perecederos y otros enseres por parte de muchas personas voluntarias que dedican parte de su tiempo a hacer acopio de las compras que realizan particulares en grandes centros comerciales y supermercados. También nos hemos familiarizado con los contenedores, algunos instalados en la calle por Lipasam, otros por Cáritas en parroquias o centros educativos de carácter religioso, en los que se pueden depositar bolsas con ropa usada. Tanto los alimentos como la ropa usada recogidos serán entregados a familias que no pueden cubrir sus necesidades más elementales (comer y vestirse) por sus propios medios. Incluso hemos podido ver por nuestros barrios a una banda de cornetas y tambores encabezando una comitiva en la que se recogían con carritos de supermercados lo que las vecinas y vecinos, con su mejor voluntad, podían aportar.

¿Cómo debemos llamar a estas iniciativas en beneficio de otras personas? ¿Caridad o solidaridad? Por caridad debemos entender la limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados, mientras que solidaridad es la adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. Solemos usar ambas palabras sin distinción como si fuesen sinónimas y, aunque tienen un uso similar, hay diferencias que nos conviene tener presentes a la hora de utilizarlas y sobre todo a la hora de actuar. La caridad demuestra un “buen corazón”, que, a corto plazo, deja a la persona necesitada en el mismo lugar anterior a su ayuda. La solidaridad, sin embargo, parte del concepto de Justicia Social, es decir dar a todos lo que por ley pertenece, creando condiciones para que se desarrollen sociedades en igualdad de oportunidades. La solidaridad no tiene carácter benéfico ni asistencialista ni paternalista, sino que se sustenta en el apoyo mutuo y el altruismo.

Cada vez son más las organizaciones que critican la ayuda social basada en la caridad, ya que crea una relación desigual y no implica necesariamente la puesta en cuestión de un sistema que se muestra incapaz de asegurar a la población sus derechos básicos. Frente a la caridad se contrapone la solidaridad como modelo de cooperación en el cual quien recibe ayuda se convierte en protagonista de la solución a su problema. Y en el que resulta fundamental la denuncia y la movilización. Porque estas familias lo que quieren es una solución a su situación desesperada. Más allá de ir satisfaciendo sus necesidades diarias gracias a la ayuda social institucional o a la caridad puntual, lo que necesitan estos padres y madres es un puesto de trabajo que les permita salir de la espiral de la pobreza, lo que necesitan estas niñas y niños es tener la esperanza de un porvenir en el que solo dependan de ellos mismas. Esta será la única forma de recuperar la dignidad social y la autoestima.

Lo que debe quedar claro, tanto a los que sitúan su actividad en el lado de la caridad como a los que lo hacen en el bando de la solidaridad y el apoyo mutuo, es que su ayuda nunca debe sustituir al sistema público de protección social. No podemos permitir que se olvide que tenemos derechos, y que ni debemos ni podemos vivir de limosnas ante la ausencia de Justicia Social.

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