De puntillas sobre la cuerda floja, la primera presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, podría perder definitivamente su cargo la próxima semana si así lo decide el Senado, lo que volvería dejar en evidencia que el tablero político brasileño sigue dominado por hombres.
"Vengo para abrir las puertas para que muchas otras mujeres puedan también, en el futuro, ser presidentas", afirmó Rousseff el 1 de enero de 2011.
Ese día se convirtió en la primera mujer presidenta en la historia de Brasil, un hecho que Rousseff apunta ahora como una de las causas del intento de destitución por parte del Senado, que acaba de iniciar la última fase del juicio político.
"Uno de los componentes de este proceso ha tenido como base el hecho de ser la primera presidenta electa por el voto popular en el país, pero sepan que una parte de mi capacidad de resistir viene del hecho de ser mujer", sostuvo Rousseff en una de sus últimas apariciones públicas antes de ser separada de su cargo, el pasado mayo.
Desde entonces, Rousseff es sustituida por el que fuera su vicepresidente, Michel Temer, un gran articulador político que entre bambalinas definió los apoyos para defenestrar a la jefa de Estado y tomar las riendas del poder.
A pesar de su condición de interino, Temer plantó su bandera pocas horas después de que Rousseff fuera separada de su cargo el pasado mayo y formó un Gobierno compuesto por 24 ministros, todos ellos hombres.
La composición del Ejecutivo evidenció que la política brasileña sigue siendo cosa de hombres, una idea que también tiene su reflejo en el Legislativo.
La Cámara baja cuenta con 51 diputadas, lo que representa el 9,9 % de los escaños, mientras que en la Cámara alta hay 11 senadoras de un total de 81 (13,6 %), lo que apenas supone un tímido avance respecto a las elecciones de 2010.
Los números todavía son más significativos a nivel regional: los 27 estados del gigante latinoamericano están gobernados exclusivamente por hombres, a pesar de que las mujeres representan el 51 % de la población brasileña.
La poca presencia femenina en la política se intensificó con la llegada de Temer, que relegó esta al segundo escalón por primera vez desde el presidente militar Ernesto Geisel (1974-1974) y nombró como secretaria nacional de las Mujeres a una evangélica que se opone al aborto incluso en los casos previstos en la ley.
La decisión generó fuertes críticas de movimientos feministas en medio de debate sobre el "empoderamiento femenino" y también de la propia Rousseff, que desde el comienzo de su mandato se comprometió a lanzar iniciativas para proteger a las mujeres, aunque algunas propuestas quedaron prácticamente en el papel.
Un ejemplo de ello fue la "Casa de la Mujer", una institución estatal lanzada con el objetivo de prestar asistencia a víctimas de la violencia doméstica, aunque hasta el momento sólo han sido inauguradas dos unidades en todo Brasil.
Más allá de las acciones, Rousseff se ha valido de gestos simbólicos en sus cinco años y medio de Gobierno y ha otorgado una mayor presencia a las mujeres en sus discursos y actos.
"No vengo para enaltecer mi biografía; sino para glorificar la vida de cada mujer brasileña. ¡Mi compromiso supremo, reitero, es honrar a las mujeres, proteger a los más frágiles y gobernar para todos!", aseguró en su primera investidura.
Con sus palabras, Rousseff resaltó la importancia de ser la primera mujer en la historia de un país donde los sillones de la política continúan estando dominados por los hombres.
A pesar de la mayoría cuantitativa de género masculino, la diputada Eronildes Vasconcelos apeló en una crucial votación en la Cámara de los Diputados a la importancia de las mujeres para destrabar los asuntos difíciles de la complicada política brasileña.
"Ustedes hombres no entienden lo que es dar a luz, por eso gritáis: ¿Dónde esta la tía Eron para resolver el problema que los hombres aquí no fuimos capaces de resolver?", subrayó la diputada en una importante y apretada votación en la Cámara baja para definir el futuro del expresidente de esa institución y artífice de la destitución de Rousseff, Eduardo Cunha.