Con solo 31 años, nueve de ellos en política y seis en el Gobierno, el conservador Sebastian Kurz está a un paso de convertirse en el jefe de Gobierno más joven de Europa tras ganar hoy las elecciones anticipadas en Austria.
Según las proyecciones, Kurz ha logrado para su Partido Popular austríaco (ÖVP) el 31,7 % de los votos, más de siete puntos más que en 2013, rescatándolo de una deriva de pérdida de votos que se prolongaba ya desde hace 15 años.
Con él, el ÖVP aspira ahora a recuperar la jefatura del Gobierno tras diez años de segundones en coaliciones con el partido socialdemócrata (SPÖ).
Kurz se hizo oficialmente cargo de su partido el pasado 1 de julio tras imponer un cambio de estatutos que le da plenos poderes para decidir cargos, candidaturas y estrategias.
Su impronta no ha quedado en eso. El joven político se presentó a las elecciones con la candidatura "Lista Sebastian Kurz", dejando fuera de los carteles electorales el nombre de un partido con siete décadas de historia, los últimos 31 en el Gobierno.
El discurso electoral de Kurz se ha centrado en el tema del control de la inmigración y la reducción de las prestaciones sociales a los extranjeros, arrebatando así su tema estrella a los ultranacionalistas del FPÖ.
De hecho, el aumento meteórico de la intención de voto hacia el ÖVP de Kurz fue inversamente proporcional a la caída de los apoyos a los ultras.
Sebastian Kurz (Viena, 1986) comenzó su carrera en la política con 23 años, al hacerse cargo de las juventudes del ÖVP.
Dos años después fue nombrado secretario de Estado de Integración; con 27 ya era ministro de Exteriores; y desde el pasado julio es presidente del partido.
Su experiencia laboral en la empresa privada es mínima y no ha terminado sus estudios de Derecho para centrarse en la política.
El conservador defiende una restrictiva política de inmigración y asilo, en la que ha planteado que la Unión Europea (UE) copie la estrategia de Australia de internar directamente en islas a los refugiados interceptados tratando de llegar a sus costas.
Se precia de haber cerrado, junto a varios países de Europa del Este, la ruta de los Balcanes por la que cientos de miles de refugiados entraron a la UE entre 2015 y 2016 huyendo de la guerra y la miseria en Oriente Medio y Asia.
Tanto, que recuerda con orgullo que fue él quien se opuso a la política de puertas abiertas de la canciller alemana, Angela Merkel.
En lo económico, defiende la bajada de impuestos para la clase media y empresas, además de prometer una reducción de la deuda a largo plazo, en parte reduciendo subvenciones y el gasto social que, asegura, provoca la llegada de inmigrantes y refugiados.
Sus críticos le recriminan la falta de concreción (ha presentado su programa electoral en tres partes, la última apenas 18 días antes de las elecciones) y que su estrategia esté dominada por la imagen y el marketing, sin contenido detallado ni ideas nuevas.
En su propaganda electoral Kurz invita a sumarse a un "movimiento", en un aparente guiño al "En Marche!" del presidente francés, Emmanuel Macron, y ha llegado al extremo de que en los carteles ni siquiera aparece el logo o el nombre del ÖVP.
El color turquesa ha sustituido al tradicional negro con el que el partido se identifica desde su fundación en 1945.
Kurz, que lleva seis en el ejecutivo, no ha tenido problema en criticar la política tradicional, en cuestionar la labor del Gobierno del que él mismo ha sido miembro.
Ahora queda por ver si Kurz, al que con toda probabilidad se le encargará la formación de Gobierno, opta por renovar la gran coalición con los socialdemócratas (que han quedado segundos en estas elecciones) o con el FPÖ (terceros, pero muy cerca del SPÖ).
Un pacto con el FPÖ podría provocar un giro de la política exterior de Austria desde el eje europeísta París-Berlín, hacia países de la Europa del Este, como Polonia, Hungría o República Checa, que mantienes posturas críticas con Bruselas, especialmente en lo que a materia migratoria se refiere.
En el año 2000 ya se formó una coalición entre ÖVP y FPÖ que desató una oleada de críticas dentro y fuera de Austria, incluyendo sanciones diplomáticas de los demás países miembros de la UE por permitir que un partido ultra llegara al Gobierno.
Ese agitado pacto duró seis años en dos legislaturas, tras la que los dos, especialmente el FPÖ, sufrieron un fuerte castigo electoral del que tardaron años en recuperarse.
Kurz no está casado ni tiene hijos pero vive en Viena con Susanne, su novia desde su época del instituto, que trabaja en el Ministerio de Finanzas.