Al referirse al “arquetipo ético”, Díaz explica cómo en la entraña de toda fábula existe un mensaje “más o menos oculto” que puede incomodar o beneficiar a los objetivos de las clases dominantes, dentro de una dualidad o “tensión permanente entre dos principios” donde ha situado el origen de los cuentos populares.
Esos principios duales, entre los que ha puesto como ejemplos al bien y el mal, a la vida y la muerte, y a la inteligencia y la estupidez, “influyen sobre el ser humano y modifican su comportamiento” a través de historias que tienen su valor en el ejemplo que despliegan sus protagonistas.
El cuento, además de su finalidad moral y de su condición lúdica o de distracción, también representó hasta el siglo XVIII una “escuela de costumbres”, ya que los niños, sobre todo en el medio rural, “crecían rodeados de una cultura oral que recibían en las veladas cotidianas junto al fuego o en el hogar” tras el trabajo.
Joaquín Díaz, musicólogo y etnógrafo, reflexiona así en el ensayo introductorio al libro Érase que se era..., segundo título de Castilla Tradicional Editorial, ilustrado por Santiago Bellido y que ha dedicado a la memoria del hispanista y folclorista francés Maxime Chevalier, fallecido en 2007 y a quien titula su “maestro y amigo”.
Los relatos incluidos en el libro han sido recopilados en diversos municipios de las nueve provincias de Castilla y León.