“Con las peripecias que sufrió el PA , que mantengamos tres es mucho"

Publicado: 01/03/2017
En Conversaciones en la nube, entrevistamos a Juan Harrillo, primer alcalde democrático de Ronda, quien habla del andalucismo y otros temas de interés
Hemos quedado a las 6, en el Círculo de Artistas, justo donde Blas Infante y un puñado de su cuerda aprobaron la bandera y el escudo de Andalucía, amén de hacer propia la Constitución Federal de 1883. Aplaude mi puntualidad pero me recuerda que lo correcto es llegar un minuto antes. Rio y digo:
No sé porqué, Juan, pero hablar contigo es como hurgar en la historia reciente de Ronda. O me lo parece.
— Puede… Pero te advierto que mi memoria es ya muy, pero que muy selectiva. —Y añade con sorna:— Algunos nombres ya ni recordarlos quiero… No es cuestión de andar perdiendo el tiempo, tú me entiendes. Machado: “…mi historia, algunos casos que recordar no quiero”.
No está mal arrancar con Machado. Sangre jacobina corre por mis venas… A lo que vamos: 28 de Febrero. Espárragos, caracoles, tagarninas de la sierra… De Ronda vengo lo mío buscando… Juan, más de 35 años desde el referéndum del 80 y no sé tú, pero yo me siento como si hubiéramos vuelto a etapas que creíamos superadas.
— Catastrofismos los precisos. No seré yo el que niegue los avances que se han dado, pero también creo que se pudo hacer mucho más. Que Andalucía ha cambiado desde el 80, y mucho, nadie lo niega, pero seguimos siendo una tierra, un pueblo justito de poder real. A mí también me duele cuando paso por el cruce de Algodonales y veo que todavía se ofrecen manojitos de espárragos y tagarninas. La denuncia de Carlos Cano sigue viva. Pero eso no es lo peor, ¿sabes lo que es triste de verdad?
Dímelo tú, porque yo lo que siento es vergüenza de una izquierda incapaz de dar soluciones a la precariedad económica andaluza.
— Luego hablamos del fracaso de los modelos políticos… Lo que te quería decir es que esos andaluces que venden espárragos por las carreteras lo hacen porque ése es su único modo de vida. ¡En 2017! Lo que sacan más los 400 euros que mandan de Madrid es todo. Y encima quieren que les agradezcamos la limosna. Menos mal que somos un pueblo de poetas.
Cincuenta y seis por ciento de paro real en la Sierra…
— Es la consecuencia de un sistema que nunca ha contado con los andaluces, siempre a nuestra espalda, negando cualquier tipo de poder real a Andalucía.
Y justo cuando más necesario es el andalucismo, va y se jode.
— No, eso no… El andalucismo fue y seguirá siendo. Otra cosa son las aventuras que desembocaron en el fracaso del PA. Tú sal a la calle y pregunta a cualquiera. Todos se reconocen andaluces: ¡Ojú, claro, digo...! O sea que hay un sentimiento andaluz, andalucista si me apuras; pero falta conciencia andaluza, al menos en términos políticos. Sentimiento y conciencia de identidad no es lo mismo. Somos un pueblo de emociones vivas, pero no tenemos conciencia política.
Tal vez el fallo esté en el mismo origen del andalucismo. Por España y la humanidad, ya sabes.
— Pero yo estoy muy orgulloso de que el andalucismo no haya sido nunca un movimiento excluyente. La Andalucía de Infante, que es la que yo siempre he defendido, nunca ha estado contra España ni se ha considerado superior a otros pueblos. Nosotros lo que pretendíamos era ser iguales que los demás. Creo que el andalucismo hizo cuanto pudo para concienciar a los andaluces, pero está claro que no somos un pueblo nacionalista. Para que el sentimiento se transforme en conciencia política se necesita un caldo de cultivo que aquí no se da…
¿Pan y circo? Mucho folclore y el Día de Andalucía reducido a poco más que el mollete con aceite.
— No te falta razón, pero algunos hicimos todo lo posible para que eso no sea así. Yo me alegro de haber defendido Andalucía dentro de España, dentro de Europa y siguiendo los principios de solidaridad universal. Lo que me duele es que nuestra honestidad ideológica se nos haya devuelto con injusticias como la precariedad de la educación andaluza, las tasas de paro, la miseria y el conformismo manipulado…
¿Se acabó el andalucismo, entonces?
— La respuesta no es sencilla. Nos sentimos andaluces, sabemos que Andalucía es “lo nuestro”, pero nos falta conciencia política. Las manifestaciones de diciembre del 77 marcaron el rumbo. Ahí fue cuando los andaluces, ¡hechos pueblo!, se pusieron en pie. Después, poco a poco, los grandes partidos nacionales, PSOE, UCD, AP…, y no te olvides de las oligarquías, fueron robando el poder a la gente hasta que todo se quedó en el día institucional, el 28 de febrero.
Te noto desilusionado.
— No es para menos. Hasta el 28-F ha perdido ya su carácter de símbolo. Fíjate, no hace mucho que las semanas de Andalucía en la mayoría de los centros educativos eran eso: de Andalucía. Ahora son semanas culturales. A buena fe, claro, pero no debería ser así. Se explota el tópico y se oculta el componente reivindicativo. Andalucía merece una semana propia para que no se nos olvide que somos un pueblo exactamente igual que otros. Ya ni se levanta La Bandera –ponlo con mayúscula- sino las banderas. Y eso es un error. Yo siento las banderas de España y de Europa como propias. Pero en el día institucional se podría tener el detalle de dar un sitio de honor a Andalucía…
Dicho queda. En pleno franquismo ya te la jugabas a pecho abierto.
— Por los años 60, a mediados… En Ronda habíamos formado un grupo de amigos de lo más variopinto, entre los que destacaban los comunistas, que, aunque algunos lo hayan olvidado, eran la única oposición real frente al régimen franquista y con los únicos que se podía contar. El Partido socialista como tal no existía. Traté de contactar con algunas personas a las que se tildaba de socialistas y que eran muy conocidas en Ronda, pero fue acercarme y como si les mentara la bicha: ninguno dio el paso al frente. Ni uno siquiera se nos unió. Como tampoco ninguno quiso participar en una cena de lo más suave que organizamos en el Victoria. La verdad es que la oposición al franquismo en Ronda la hicimos los que te digo, un grupo de inconformistas de lo más variado y los militantes comunistas de la comarca, de ahí que en nuestros orígenes fuéramos tan radicales. Tal vez nos equivocásemos en muchas cosas, pero fuimos honestos con nosotros mismos en mitad de la miseria cultural que nos rodeaba.
Hablas de la etapa mitológica del PCE.
— Mítica más bien. Y así fue en toda España hasta que llegan Felipe y Guerra. Dos monstruos de la política que hablaban en andaluz y que vieron claro que gente como nosotros éramos un estorbo en sus planes. Sin ellos la historia de España no sería la misma. El socialismo actual es Felipe y se forma a partir de él. Pero nosotros hicimos lo que buenamente pudimos para que Ronda entrase en la normalidad democrática. Cuando veo a los jóvenes pasando de la política…
A lo peor es el resultado de lo que fuimos sembrando. Hemos vaciado las calles y hemos convertido la Sevillana en semillero de sumisión.
— Puede. Lo que está claro es que yo desde muy joven me integré en un grupo que hizo cuanto pudo para traer la democracia. Y lo digo así, porque fuimos tan ingenuos… Incluso nos reuníamos en el Patronato Militar. Creíamos que lo de Franco iba a durar menos y teníamos prisa, pero el Gallego no acababa de irse, lo cual nos obligó a replantearnos la estrategia. Asumimos que era más eficaz trabajar por la democracia desde dentro.
Y así te haces concejal del régimen.
— No. Matizo, que después dirán que dije… Y las escobas y las palabras las carga el diablo: fui concejal dentro de un ayuntamiento franquista, pero en ningún caso fui “del régimen”. Eso déjalo claro.
Entendido.
— Aquel grupo que te decía… Éramos gente joven, queríamos actuar, preparnos para la democracia. Unos se volcaron en los sindicatos, por ejemplo, implantando en Ronda organizaciones como USO, y hablo de Lasanta, o en mi caso, que fui elegido concejal por el tercio de cabezas de familia y mujeres casadas.
Me imagino el control del régimen.
— Controlados no sé, pero señalados y vigilados seguro. Para que te hagas una idea, siendo ya alcalde democrático, todavía había en el cuartel de la Guardia Civil una ficha con mi nombre. Recuerdo que el capitán se llamaba Acuña. Gracias a él supe que durante un tiempo había sido considerado el jefe de todos los comunistas de la comarca, ya ves tú, yo que nunca fui comunista… Hasta que a alguien del Servicio de Información se le ocurrió anotar al margen que comunista no, pero sí nacionalista, y no sé qué era peor, la verdad.
Juan, viví los estertores del franquismo y no sé por qué, pero me da que no hemos sido justos con tantos y tantos como se la jugaron entonces.
— Totalmente de acuerdo. Y si me apuras te digo que los años más delicados fueron los que van de la muerte de Franco a las municipales del 79. Ahí hubo momentos de enorme tensión. No es fácil pasar de una sociedad dictatorial a una sociedad democrática.
Lo supongo. ¿Y en Ronda?
— Aquí la extrema derecha, los de Cristo Rey y Fuerza Nueva tenían bastante presencia, no creas. Y no esperes que te dé nombres… Desde el 75 al 79, estando de concejal, presenté varias mociones al Pleno, dos de ellas muy sonadas. En una solicitaba la democratización de la Casa de la Cultura para que entraran las obras de Hernández, Alberti, Lorca… Fue derrotada 20 a 1, pero retrató al personal. Y luego presenté otra en la que pedía amnistía para los presos políticos con gran repercusión en la comarca. Hubo lleno total. Recuerdo a la policía pidiendo la documentación a las puertas del Salón de Plenos. Eso fue… Febrero del 76, estando de alcalde Paco de la Rosa, que no admitía incluir la moción. Como me había estudiado al detalle la ley, pedí amparo al secretario y éste le recordó la obligación de aceptarla. Se votó y empatamos.
¿Que empatasteis en la votación de una moción sobre amnistía y a cuatro meses de muerto Franco?
— ¿No te lo estoy diciendo? Empatamos y Paco de la Rosa tuvo que aguantar mi alegato antes de echarla para atrás con su voto de calidad.
-Eso es conocer el Ayuntamiento.
-Era mi obligación. Los políticos lo primero que debemos conocer es el funcionamiento de la institución, pero también sabía que el secretario municipal, Ignacio Huelin, era una persona muy de derechas, pero decente y cumplidor de las leyes.
La moralidad no tiene ideología.
— No. El error de la izquierda es creer que la honradez es patrimonio exclusivo suyo cuando la verdad es que las personas son decentes o indecentes sean cuales sean sus ideas.
Y finalmente entras en el Ayuntamiento en una lista democrática.
— Año 79. El PCE, el PSOE y el PSA habían firmado un pacto con el compromiso de facilitar la formación de ayuntamientos de izquierda. En Ronda ganó la UCD con 8, nosotros tuvimos 6, el PSOE 5 y el PCE 2. A pesar del pacto yo advertía no pocas reticencias en el PSOE, sobre todo por parte de Álvaro Alcaide, al que conocía bastante bien, por lo que tuvo que intervenir hasta la provincial del PSOE, que mandó dos observadores para que se cumpliera el pacto.
¿Y qué sucede después?
— Pues que Álvaro se puso a manejar y llegó a un acuerdo con UCD para sacarme de la alcaldía. Entonces no había moción de censura, pero sí la petición de dimisión. Hubo un pleno extraordinario en el que PSOE y UCD exigieron mi salida, con el voto en contra de los concejales comunistas, Sepúlveda y Manolo Baena. A las doce se cerró el Pleno. Con la petición de dimisión, pospusimos durante una semana la celebración de otro pleno extraordinario, que era lo que yo quería, y gané tiempo para sellar el llamado Pacto por Ronda con el voto a favor de UCD, los seis del PSA y los dos del PCE. Y acabé la legislatura, claro.
No me lo habían contado bien.
Pues es la pura verdad. Sepu y Baena sí cumplieron su palabra, otros… Qué quieres que te diga.
Te pregunto por tu hermano Ángel. Siempre he creído que sus valores como persona ocultaban un político de raza que con mano izquierda iba repartiendo andalucismo.
— ¡Cómo lo sabes! Ángel era el militante andalucista más disciplinado que yo he conocido. Siempre estaba dispuesto. Lo mismo sembraba la comarca de propaganda que organizaba un acto de partido. Pero para mí era más que un hermano: era mi amigo. Sí, eso es: le llevaba ocho años, pero éramos amigos.
Buena persona.
— Más todavía. Y trabajador como él solo. Lo mismo en la política que en el negocio. A las siete de la mañana ya estaba en pie, saludando a todo el mundo por la calle… Ángel tenía un don de gentes como no he visto en nadie. Yo siempre he sido más frío, por eso mi hermano era el contrapunto. Un fuera de serie.
¿Y qué queda en Ronda de aquel andalucismo puntero?
— Hombre, pues quedan tres concejales, que no es poco. Te recuerdo que Podemos, con el viento a favor, sacó setecientos votos y ni un concejal. Nosotros al menos seguimos ahí.
Visto así, consuela.
— Míralo con mis ojos. Con la que está cayendo y las peripecias que sufrió el PA en los últimos ocho o nueve años aquí en Ronda, que mantengamos tres es mucho. Se ve que el sentimiento sigue, pero ahí queda. De modo que mantener tres en Ronda es algo muy significativo.
-Y también hay algo que tenemos que decir, no vaya a ser que alguien piense que no queremos tocar el tema.
Tú dirás.
Hablo del paso en tromba de los concejales del PA al PSOE. ¿Qué sentiste?
— Antes que nada, lástima, y eso fue lo que les dije. Pero sin odio. El odio solo perjudica al que odia. No merece la pena. Eran muchos sentimientos encontrados. Traté de frenar aquella falta de respeto al electorado, pero fue imposible. Mira, cuando el GIL ganó las elecciones yo aposté para que nos sumásemos al gobierno antipopulista contra el gilismo, pero algunos prefirieron quedarse fuera. Desde entonces supe que había llegado la hora de los oportunistas, qué quieres que te diga…
¿Te sentiste engañado?
— Traicionado más bien. Sufrí mucho cuando vi que personas a las que yo conocía desde siempre y que pensaba que eran formales… Dolía ver cómo dejaban tiradas sus creencias por pura necesidad, entregándose a un proyecto que no tenía que ver nada con el andalucismo. Personalmente lo pasé mal. La política es seria o se convierte en sainete. Aquello hizo mucho daño al partido, y no solo en Ronda.
Dejemos la política. Cuestiones breves. Háblame de tu recorrido como novillero. Y no te rías.
— No, si no me río. Ponerse delante de un par de cuernos tiene tarea. Cada cosa en su medida. En el toro y en política si cargas la suerte en exceso, fijo que te pilla… Toreé por primera vez a los 14 años con mi tío Cayetano, el Niño de la Palma. Pero le tuve que “robar” el novillo en el cambio de tercio, porque le salió bueno y no lo soltaba ni a tiros. Y como yo sabía lo apretado que era cuando le gustaba un novillo, aproveché un descuido para darle unos pases. Después debuté con picadores en el 56, en Ronda, el 20 de mayo, con Curro Girón y Juanito Balmes. Durante bastante tiempo me hice las plazas de medio norte. He toreado hasta en Galicia.
Una maldad… Me contaron que fuiste tú el que paró el proyecto de la Casa Rúa.
— Pues quien te lo contó, mintió. Fue justo lo contrario. Concedí la licencia después de comprobar que la urbanización iba del camino a la izquierda y que no había impacto visual. Además tenía la idea de que la Casa Rúa se convirtiese en el Parador, para evitarnos regalar al Estado un solar en la mejor zona de Ronda. Fue Zulueta el que lo paró, como también impidió que Ronda tuviera aeródromo, que esa es otra.
Aclarado. Tantos años en política: concejal, alcalde, delegado provincial de Turismo, director general de Planificación Turística… ¿De qué te sientes más orgulloso?
— De haber sido fiel a mis ideas.


Son casi las ocho. Hablar con Juan Harillo tiene nivel. Es persona de lecturas y eso siempre ayuda. Así que cierro con la pena de no poder plasmar ni la milésima parte de lo dicho. Nos despedimos a las puertas del Casino. Vuelvo la vista: se aleja con paso firme: y más lo veo a modo de un patricio de la Bética, en paz con todos y consigo mismo: cónsul emérito disfrutando de sus recuerdos, de los buenos tiempos en que el andalucismo tuvo sitio propio en Madrid, cuando Ronda casi se convierte en la capital de Andalucía. Juan Harillo: andalucismo en vena.

© Copyright 2024 Andalucía Información