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Sábado 23/11/2024
 

San Fernando

“Hacer creer que es verosímil lo que además es imposible es muy difícil”

Fue finalista del Premio Planeta el año que lo ganó Camilo José Cela, por lo que ser derrotado por un Premio Nobel de Literatura no deja de ser un consuelo.Eso fue en 1994 y ahora publica su primera novela, ‘La luz mala’.

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Escribe porque siempre le ha gustado y porque el tiempo se lo permite. Ingeniero Técnico Industrial Electrónico; ingeniero en Organización Industrial; Master en Prevención de Riesgos Laborales, especialidad de Seguridad en el Trabajo y Master en Estudios Hispánicos, especialidad en Enseñanza del Español como segunda lengua, trabaja en el Real Instituto y Observatorio de la Armada, Sección de Hora, Electrónica y Calibración. Es pues un hombre con formación científica que no obstante destila imaginación por los cuatro costados y que ha dado con una editorial isleña, Dalya, que ha apostado por él sus primeros pasos en el mundo de la edición de libros. De hecho, La luz mala  es el primero que edita, lo que para Marco Antonio Marcos Fernández es una “responsabilidad añadida”.

—¿Qué es la luz mala?
—La luz mala es un fenómeno que hace que la personalidad y la forma de comportarse de la gente cambie, como una inteligencia que hay detrás de ella y le dicta el comportamiento.

—¿Eso existe de verdad?
—Que yo sepa, no.  Pero a lo mejor sí existe. Cuando uno escribe una novela de terror tiene que procurar darle verosimilitud a todo lo que escriba. Es posible que no exista pero hay que procurar que el lector se lo crea.

—Vamos a aclarar que estamos hablando de una novela de ciencia ficción y de terror, con lo cual hay muchas cosas de las que hablemos aquí que pueden existir o que son fruto de la imaginación. El problema es saber qué es fruto de la imaginación o no, que al fin y al cabo es de lo que se trata en una novela.
—Hay que mezclar siempre datos reales e imaginados.

—Hay unos criterios sobre las películas de ciencia ficción y las más malas son las que menos base científica tienen.
—Una película mala de ciencia ficción puede serlo porque su base científica sea muy endeble o por todo lo contrario, porque todo sea base científica, no haya el mínimo resquicio para la imaginación y sea una tesis doctoral.

—Tiene que haber un poco de todo.
—Tiene que haber un poco de todos y la duración también es muy importante. Si puedes dejarle al espectador, o en este caso al lector, la sensación de que le hubiera gustado seguir leyendo, es bueno. Lo bueno si breve, dos veces bueno.

—Usted tiene una formación científica, se supone que en esa novela, independientemente de su dosis de imaginación, esa luz mala que puede o no existir, habrá utilizado los máximos argumentos científicos para recrear la trama.
—No sólo argumentos científicos. También antropológicos porque se menciona una serie de supersticiones de ciertos países sudamericanos por las que se comportan como con la luz mala del libro. De hecho, la luz mala es una superstición.

—La novela es un viaje a Marte.
—Es un viaje a Marte interrumpido.  Para viajar a Marte queda poco tiempo, la tecnología existe. Quizá el problema es cómo nos quedamos allí, ‘tierraformar’ Marte, hacerlo habitable para las condiciones de vida humanas. Y eso es complicado.

—¿Por qué no llega a Marte el astronauta?
—No se sabe.

—¿Pero se sabe al terminar al libro?
—Al terminar el libro se sabe. El libro cuenta la historia de un astronauta español –y hasta ahí no hay ciencia ficción- que tiene una vida estupenda en la Tierra, está casado, vive con su mujer, su mujer está embarazada, el matrimonio es perfecto, ha recibido un entrenamiento en Estados Unidos y en Rusia… Todo va perfectamente hasta que un día tiene un accidente, aparentemente de tráfico, y cuando consulta su teléfono móvil ha pasado media hora de la que no conserva ningún recuerdo, no sabe qué ha pasado. A partir de ahí su personalidad cambia por completo, se vuelve un ser frío, indiferente y su mujer, ante ese cambio inexplicable acude a un psiquiatra amigo de la pareja para ver qué le sucede. Y hasta ahí puedo leer, como decían en el Un, dos, tres.

—Para escribir ciencia ficción hay que tener conocimientos e imaginación y para escribir de terror hay que tener muy mala leche.
—Hay que tener muy mala leche y adecuarnos a los tiempos en los que estamos. Es difícil el género. El género de humor es muy difícil porque estar leyendo un libro y que te rías…, yo eso lo he logrado con algunos cuentos de Chejov, pero es muy difícil y el género de terror es dificilísimo a menos que sea un terror muy mundano de violadores, de asesinos por las calles. Pero hacer verosímil algo que no sucede todos los días y que directamente es imposible, no es fácil.

—Y en un libro menos. En las películas está la música, los planos, los tiempos… una serie de elementos que lo van adobando, pero en el libro sólo está la palabra.
—En el libro hay que sustituir esos elementos por la palabra, tienes que crear un ambiente, una atmósfera que induzca al lector a tener inquietud, por lo menos. La inquietud o el suspense es lo que hace que en una novela se pase de una página a la otra. Hay que trabajar mucho y utilizar todo lo que tengas a tu alcance.

—Pues aquí donde lo vemos es un hombre que está con su nuevo libro pero que ha sido finalista del Premio Planeta.
—En 1994, el año en el que ganó Camilo José Cela y cuando dijo aquello de que “el Cervantes está cubierto de mierda” y quedó finalista Ángeles Caso con El peso de las sombras, me parece recordar. Y la verdad es que fue una experiencia muy bonita. Estuve en aquella cena con mi hermano, que también escribe terror exclusivamente, y nos lo pasamos muy bien. Vi Barcelona por primera vez, me encantó como ciudad, una ciudad viva, despierta... Además de la cena.

—Ha editado el libro con una editorial de San Fernando.
Editorial Dalya, que está empezando su andadura con mi novela.

—¿Y si se estrella, va a tener remordimientos?
—Naturalmente. Si se estrella será culpa mía porque el primer libro que han editado es el mío. Yo estoy haciendo todo lo posible por darle publicidad a la novela y sobre todo que ellos ganen dinero. O por lo menos que no pierdan. Naturalmente, de la práctica editorial se aprende, ellos están aprendiendo y yo estoy aprendiendo con ellos.

—Ahora empieza una gran labor de promoción.
—Yo no paro. La editorial hace lo que puede y yo también, mandarle mensajes a todo el mundo, entrevistarme con todo el mundo… Hago lo que puedo con tal de que la gente conozca la novela y sobre todo que aquellos a los que les gusta la ciencia ficción y el terror lean terror y ciencia ficción de aquí, de La Isla.

—El pelotazo es llevar una novela al cine.
—Eso es un pelotazo para el autor, no cabe duda, aunque la película fuese mala.

—No necesariamente.
—No necesariamente. Otra de las cosas que hacen que una película sea mala es que quiera ser fiel al texto. Eso para mí es un error. Tiene que ser una película fiel a sí misma y aunque esté basada en una novela.

—O sea, que usted no sería el tiquismiquis que protestaría porque han quitado cuatro frases.
—En absoluto. Hombre, a mí me gustaría participar en el guión, qué duda cabe. El guión es también un texto pero tiene otros condicionamientos, otra forma de hacerlo. Sería una experiencia muy bonita, pero no tiene que ser fiel a la novela original, tiene que ser una buena película.

—¿Cuándo se escribe una novela se piensa en algún momento en escribirla para que pueda ir al cine?
—Supongo que habrá gente a ciertos niveles que lo piensen así. Pero para mí sería impensable porque si hiciesen una película de esta novela yo sería el primer sorprendido porque soy un autor totalmente desconocido. Los productores de cine buscan una novela que ya haya vendido cientos de miles de ejemplares, que tenga una publicidad detrás. Autores de mucho éxito puede ser que se planteen la posibilidad. Yo, hoy por hoy, cuando me pongo a escribir pienso en una novela que en principio me guste a mí y después que le guste a un lector medio. ¿Qué es un lector medio? Pues no se sabe. Pero la posibilidad de que la novela sea más o menos cinematográfica… Sale así.

—No lo ha pensado.
—En realidad es una novela en la que pasan cosas porque en una novela tienen que pasar cosas y una vez que pasan cosas, es filmable.

—Hemos hablado de esa pescadilla que se muerde la cola de que se fijan en los famosos y los que no son famosos no puede llegar a serlo.
—Los que no somos famosos lo tenemos muy difícil. Yo he tenido suerte con la editorial Dalya. Que me encontraran ellos ha sido una historia rocambolesca. Yo estuve haciendo hace tiempo un curso de ruso en el Centro Superior de Lenguas Modernas de la Universidad de Cádiz y uno de los alumnos es profesor de la Universidad. Comentando no sé si me dedicaba a escribir o que fui finalista del Premio Planeta, él me dijo que iba a iniciar una empresa editorial con su hijo y que si quería que le enviase algunos textos. La que le gustó es ésta, Luz mala.

—¿Quién sabe si rocambolescamente  llega esa novela a manos de Steven Spielberg?
—¿Quién sabe? ¡Ojalá!

—De todas formas, ¿qué se espera realmente cuando se escribe una novela? A mí siempre me dicen que no tienen ninguna pretensión, que quería soltar algo que tiene dentro… Pero yo creo que el escritor tiene que soñar con algo más que hacer una buena novela. Un sueño más materialista.
—Yo creo que el escritor no sólo sueña con una buena novela sino que tiene que soñar y hacer soñar a los lectores. El escritor es algo que te ayuda a soñar, cuando eres lector.

—Se me está yendo por las ramas. Quiero decir que cuando la está escribiendo piensa en que va a ser famoso, va a ganar mucho dinero…
—Yo no, desde luego. Ni creo que sea bueno pensar en eso o que vas a pasar a la historia. Si te pones a pensar en eso seguramente te saldrá un pestiño y no una buena novela o por lo menos que sea entretenida.

—O estará más tiempo pensando eso que escribiendo.
—Efectivamente. Tiene que meterse en el mundo imaginado que va a trasladar al lector, no en si va a tener éxito, si la gente lo va a felicitar por la calle o si su mamá le va a decir qué bien escribe.

—¿De dónde saca el tiempo para escribir?
—Pues en el Real Instituto y Observatorio Astronómico de San Fernando el horario que tenemos es de siete y media de la mañana a tres de la tarde, con lo cual tengo toda la tarde libre para hacer lo que quiera. Yo estoy soltero, no tengo que preocuparme de cuidar a mis niños, a mi mujer, llegar a fin de mes ni nada de eso, algo hay que buscar para entretenerse. Se dan todas las condiciones.

—Escribir un libro tiene un montón de horas.
—Escribir un libro tiene un montón de horas y escribir varios, más. He escrito otros más, este es el primero que se publica, y tienes que emplear todo el tiempo posible.

—Escribe también artículos periodísticos sobre temas de bastante actualidad, como el futuro de los sindicatos. ¿Tienen futuro los sindicatos?
—Por supuesto que sí. Además, es imprescindible que lo tengan. Si no tuvieran futuro los sindicatos, si desaparecen, volverá a aparecer el capitalismo que había en la época de la Revolución Industrial, cuando los niños trabajaban diez horas en una fábrica.

—¿Eso que cuenta es ciencia ficción o es de verdad? Lo pregunto porque como empezamos hablando de que lo que dijéramos aquí podía ser ciencia ficción o no…
—Eso desgraciadamente es histórico.

—Lo de que los sindicatos tienen futuro no es ciencia ficción…
—No es ciencia ficción.

—Tendrán que cambiar mucho.
—Yo creo que hay que cambiar ciertas prácticas y ciertas cosas mantenerlas. Una de las cosas que yo digo es que la figura del piquete informativo es absurdo mantenerla hoy en día y soy consciente de que muchos sindicalistas no estarán de acuerdo con esta opinión. Estamos en unos tiempos en los que hay internet, radio, televisión, prensa y el tablón de anuncios de tu empresa. ¿Tiene que haber todavía una serie de compañeros que te informen a la entrada de la empresa que hay ese día una huelga? Yo creo que no.

—Ahora estamos hablando de cosas muy reales, que están pasando y como está el panorama informativo, y los que estamos en los medios de comunicación nos tenemos que enterar a la fuerza, prefiero seguir hablando de ciencia ficción e incluso leerme el libro ‘La luz mala’.
—Pues muy bien, muchas gracias.

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