Las únicas palabras con sentido común y a la vez sosegadas -ha habido más manifestaciones con sentido común, pero no sosegadas y por razones comprensibles- han sido las de los hosteleros de la Casería tras conocerse los expedientes de desocupación del suelo de Dominio Público Martítimo Terrestre de la zona.
Y es que si algo ha fallado aquí no han sido precisamente los expedientes que se vienen esperando desde hace un decenio, sino el momento elegido y los plazos a cara de perro que se ha impuesto desde la Demarcación de Costas Andalucía-Atlántico. Ocho días para alegar y menos de tres meses para derribarlo todo. Con todo lo que ese derribo implica.
Miguel Muriel lo dejaba claro. No da tiempo a buscar soluciones que debe de haberlas y encontrarse si Costas se empeña en cumplir esos plazos y ejecutar los expedientes “sí o sí”. Lo mismo que manifestaban Reinaldo y Macarena Muñoz, los gerentes de la Cantilla la Titi. O el Bartolo.
No menos sentido común el de los pescadores, aunque en los momentos de las manifestaciones estuvieran exaltados por lo que se les viene encima. Y es que una actuación como la que se viene fraguando en la Casería, por gobiernos municipales y Costas, siempre tiene un coste social sobre el que tiene que actuar la política.
En la Casería hay medio centenar de familias que viven de e incluso en esas casetas de colores que se quieren tirar y en honor a la verdad y dejando a un lado sentimentalismos y demagogias criminales, no cumplen las condiciones adecuadas para lo que están siendo utilizadas en algunos casos.
Es el mismo problema con que se encontraron los andalucistas en Puente de Hierro cuando quisieron levantar y levantaron el Parque de la Historia y el Mar. Se destinó casi medio millón de euros a construir el náutico Puente de Hierro para que desaparecieran las chabolas. Ahora hay club náutico y más chabolas.
En la Casería de Ossio pasó tres cuartos de lo mismo. La promotora de las torres de Arenal 2000 las publicitaba como viviendas con puerto deportivo pensando en ese proyecto que ahora se está comiendo el fango.
La intención cuando se hizo el Club Náutico Casería de Ossio era acoger no sólo a los pescadores deportivos sino también a los que estaban en las casetas, porque de lo que se trataba era de salir de allí e instalarse en un lugar mejor, dice Antonio Reyes Gil, un pescador que lleva 40 años en la Casería y uno de los fundadores. Aunque luego -dice- fueron desligándose poco a poco y sólo dejan a los pescadores deportivos.
Las casetas siguen en La Casería de la misma forma que siguen en Puente de Hierro. Sencillamente porque hay un problema social que Costas no va a abordar y ha dejado claro que los expedientes van a seguir adelante. Y con Costas ya se sabe.
Además, tienen un problema de servicios públicos. Las aguas residuales se recogen en fosa séptica estanca -en el caso del Bartolo- que dispone de una boca de extracción donde los servicios municipales extraen las aguas negras.
En época de verano, cuando la afluencia de público es mayor y por tanto, el volumen de aguas residuales aumenta, es usual incrementar la frecuencia de vaciado de la fosa mediante la contratación de los servicios de una empresa externa. Un problema cuya solución debería ser prioritario ante cualquier clase de acuerdo que se consiga a través del diálogo.
En la Casería de Ossio hay unas cien casetas, aunque los expedientes han llegado a los 59 y la mayoría son pescadores que se buscan la vida en el mar, salvo doce o catorce que son profesionales. Y no hay más porque no se conceden licencias, conste.
Las casetas pasan de padres a hijos y son indispensables para su trabajo en la mar, donde están “de día y de noche y no sacamos para mantener a nuestra familia”.
También trabajan allí mariscadores que no son profesionales de la pesca, pero que se tienen que buscar la vida de alguna forma y tienen en las casetas un sitio donde cambiarse y dejar sus cosas.
Toda esa gente va a ver si medio de vida desmantelado en un plazo máximo de tres meses y a ellos se suman los hosteleros que llevan de 70 años para arriba. Desde los años 30 de siglo pasado en el caso de la Cantina del Titi y cerca de 70 La Corchuela.
Ley de Costas
Ahora bien, tampoco se puede obviar la otra parte del problema. En la Casería de Ossio se da un flagrante incumplimiento de la Ley de Costas y ya en 2014, cuando se aprobó el nuevo reglamento, Bartolo pidió una concesión de Costas otorgada por cinco año, prorrogable por cinco hasta un total de quince.
Ese era el plazo para el más antiguo de los establecimientos de hostelería. Y era sabido ese plazo aunque a la espera de conseguir una concesión por 30 años que le permitiera rentabilizar una ampliación de las instalaciones que llegarían a ocupar casi 300 metros cuadrados de superficie. O sea, que aún le quedarían nueve años para que se agotaran las concesiones hasta un límite de 15 años, que es algo que se daba por posible en 2014.
El paseo marítimo desde la Casería a Bahía Sur que se quiere construir y que será un revulsivo para toda la zona norte de la ciudad ha ocasionado que estos expedientes estén publicados y remitidos a los interesados-perjudicados.
También el cumplimiento de la legalidad que se está infringiendo desde que se aprobó la Ley de Costas en 1988, luego modificaba a instancias del Partido Popular en 2013 y cuyo Reglamento entró en vigor en 2014.
Aunque la modificación del PP dejaba sin efecto que 30 años después de la aprobación de la Ley del 88 las edificaciones en dominio público serían demolidas, la Ley de 2013 mantiene el mismo espíritu que la anterior y los nuevos deslindes han marcado las líneas de actuación.
Como se ve en el mapa que acompaña esta noticia, la Casería toda ella se encuentra dentro del dominio público y por tanto salvo por casos muy especiales que son los que deberían estudiarse para no tener que defender los indefendible, tienen que desaparecer todos los elementos que incumplen la Ley.
Hacer política
Pero se hablaba al principio de sentido común, de tiempo para encontrar soluciones al problema laboral y social, que siempre es posible.
Fue posible en La Almadraba, donde la alegalidad creó un problema social; o en las adosadas de Capitán Conforto, donde se concedió licencia de obra a unas viviendas en zona de servidumbre militar. Y las Administraciones involucradas eran las temibles Costas y Defensa.
Muriel decía que deberían alargar los plazos y buscar una solución viable para todas las partes. Y dice la alcaldesa -polémicas aparte- que desde el Ayuntamiento siempre se ha estado de acuerdo con el fondo, pero no con la forma.
Se sabe perfectamente qué quiere -o necesita que es más exacto- cada una de las partes afectadas. Los pescadores, casetas nuevas para seguir trabajando; los que viven en las casetas, una vivienda; los que trabajan en la mar porque no tienen otra cosa, aunque no sean profesionales, trabajo.
Posiblemente a lo máximo que puedan aspirar para no pasar de una ilegalidad a otra -y esta segunda sería auspiciada por las Administraciones- es a que construyan casetas de pescadores junto al Náutico de la Casería. Y punto.
En el caso de los hosteleros, una concesión lo suficientemente amplia para aguantar el tirón antes de tener que abandonar la zona. Y en el caso de que tras esa concesión los establecimientos se tuvieran que trasladar fuera del dominio público, alguna puntuación más ante un concurso de libre concurrencia para instalar nuevos locales.
Visto el problema desde todos los puntos de vista sólo cabría esperar un diálogo de todas las partes que se aceptara en primer término por la Demarcación de Costas, que es la Administración superior que incoa los expedientes.
A partir de ahí encontrar esas soluciones a través de la política que sería lo que realmente haría que el problema causara el menor daño posible, porque daño va a causar de todas formas al tratarse de una situación irreversible en un plazo de tiempo.
La parte negativa de todo esto -salvando los expedientes- es que los políticos de la ciudad hace mucho tiempo que no hacen política. Capaces son de perder otra vez la oportunidad de acabar con la degradación de toda la zona. Y eso es lo que no se puede consentir. Ese paseo marítimo de bajo impacto abre las puertas de la Casería a toda la ciudad. Y al revés.
No se puede defender con el corazón lo que sólo tiene salida con razones.