La morfología urbana y el costumbrismo han cambiado con los años y la memoria gráfica recupera imágenes entrañables ciudadanas. En los primeros años del siglo XX, como herencia de la centuria decimonónica anterior, en pleno centro de la ciudad podían verse estampas como las que reproducimos en esta página. En 1910 la nómina de lecherías pasaba del medio centenar en el casco antiguo, a las que había que unir las vaquerías establecidas en la periferia y, sobre todo, en el alfoz, en las haciendas y cortijos que abastecían tanto a los mercados de la ciudad como a la clientela fija directa. De estas fincas llegaban al amanecer los repartidores en burros, mulos y caballos con angarillas y también en carros, donde transportaban frutas y hortalizas, aceite y leche.
VAQUERIAS PÚBLICAS EN CASCO HISTORICO. La Plaza de San Francisco (Siglo XIII) esquina a la calle Hernando Colón (1845), después de 1866 y antes de los años veinte, según data el tipo de adoquinado. En el número 7 de esta calle estuvo la vaquería de Cristóbal Bonilla Hernández, entre finales del siglo XIX y primeros lustros del XX, quien tenía un pequeño despacho en el edificio porticado anterior al actual Banco de España, donde el lechero ordeñaba la vaca en plena calle a medida que llegaban los clientes, que se llevaban el líquido espumeante y con la temperatura natural del animal. Si bucólica nos pudo parecer la primera imagen, la segunda no lo es menos. Vemos una piara de vacas en la Alameda de Hércules, al final de la calle Amor de Dios y a escasos metros de la plaza de la Europa. Al fondo, en una esquina, la buhardilla de un zapatero remendón...
BARCOS DE RUEDA EN EL GUADALQUIVIR. Hasta los primeros lustros del siglo XX, y como herencia decimonónica, por el Guadalquivir navegaron barcos de ruedas. El primero perteneció a la sociedad que hacía el trayecto entre Sevilla y Sanlúcar de Barrameda. El segundo barco de ruedas era de transportes de cabotaje, de los muchos que atracaban en el puerto de Sevilla, único interior de España. La estampa es preciosa. Puede verse el timón de rueda en la cubierta superior entoldada. En la otra orilla, un gran buque moderno de la época, posiblemente de la Compañía Ybarra, que siempre mantuvo la matrícula del puerto sevillano.
Los barcos de rueda fueron muy utilizados en el Guadalquivir, y desde el segundo tercio del siglo XIX hasta los años veinte de la centuria siguiente, hay constancia de varias empresas navieras dedicadas al transporte de viajeros y mercancías entre Sevilla y los pueblos ribereños, y también con destino a Sanlúcar de Barrameda. En los años 1885-1900, viajaban entre Sevilla y Sanlúcar los vapores “San Telmo” y “Victoria”. Y entre finales del XIX y los primeros lustros del XX, los vapores “Margarita”, “Bajo Guía” y “Guadalquivir” hicieron la línea Sevilla, San Juan de Aznalfarache, Gelves, Huertas del Copero, Coria del Río y Puebla del Río. La estación de estos barcos de rueda estaba en la calle Betis, junto al puente de Triana, en el edificio que aún se mantiene restaurado y que después de cerrar la naviera, fue utilizado como semillería y bar, y ahora es un restaurante.
PLAZA DE CUBA, AÑO 1953. Otra fotografía irrepetible, realizada por Serrano (Fototeca Municipal) en 1953. Este es el solar de la plaza de Cuba, con su primer trazado que tenía una calle transversal que comunicaba directamente el puente de San Telmo con la avenida de la República Argentina. Todavía pasaría más de una década para que se construyeran los grandes edificios laterales...
PLAZA DE LA ALFALFA, SIGLO XIX. Esta es la plaza de la Alfalfa, en el enclave de las calles también Alfalfa, Águilas, Odreros, Jesús de las Tres Caídas y Boteros. La esquina de enfrente era la espartería que dio nombre de torero a Manuel García, muerto por un miura en la plaza de toros de Madrid (1894) y que inspiró al poeta Fernando Villalón para escribir su bellísimo romance del 800.
En los primeros años del siglo XX, como herencia de la centuria decimonónica anterior, en pleno centro de la ciudad podían verse estampas como las que reproducimos en esta página. En 1910 la nómina de lecherías, pasaba del medio centenar en el casco antiguo, a las que había que unir las vaquerías establecidas en la periferia y, sobre todo, en el alfoz, en las haciendas y cortijos que abastecían tanto a los mercados de la ciudad como a la clientela fija directa. De estas fincas llegaban al amanecer los repartidores en burros, mulos y caballos con angarillas y también en carros, donde transportaban frutas y hortalizas, aceite y leche.