La primacía de la personalidad sobre la ideología o sobre los proyectos políticos no es nada que no se haya visto antes. Pero los encontronazos de esta semana entre Cayetana Álvarez de Toledo y Pablo Iglesias y entre este e Iván Espinosa de los Monteros nos devuelve desde el remanso del confinamiento a la jaula de grillos en la que algunos se empeñan en convertir el Congreso de los Diputados. La decadencia de los partidos políticos como herramientas electorales es un hecho. La comunicación ha ganado la batalla a los aparatos. La preeminencia de los nuevos liderazgos opaca la labor de estas organizaciones constitucionales. Iglesias podría liderar cualquier proyecto político diferente de Unidas Podemos y arrastraría consigo un buen número de sus votos actuales. Cayetana Álvarez de Toledo también podría iniciar una carrera en solitario sin el PPy tendría un mínimo éxito asegurado. Ambos tienen personalidad de sobra para hacerlo y para acometerlo.
Un estudio danés realizado entre parlamentarios de este país demostró que eran más extrovertidos, constantes y con mayor estabilidad emocional que la media de ciudadanos daneses. Otro estudio similar realizado en Italia encontró que los políticos italianos eran significativamente más extrovertidos y “amables” que el ciudadano medio. En cambio, en Alemania un estudio análogo descubrió que los políticos alemanes eran más extrovertidos que la media, pero significativamente menos amables que el ciudadano tipo. Parece pues que hay una cierta relaciónentre personalidad extrovertida y carrera política.
Ni Iglesias ni Álvarez de Toledo son ciudadanos promedios. Ambos son arquetípicamente políticos de fuerte personalidad y muestran sobrada inteligencia y formación, al punto que han construido con sus intervenciones y enfrentamientos un modelo que gusta y asusta por igual. Y, sin duda, ambos parecen tener claro que el miedo es un activador que sobrepasa a la razón. El miedo es tan viejo como la vida misma. Retrocedemos a nuestra tribu cuando nos sentimos amenazados. El tribalismo es una manera de agrupar a los que no están informados y a aquellos que prescinden de la razón para sentirse seguros en su comunidad virtual. El miedo no está informado y es tremendamente estúpido. Cuando un político usa el miedo está siendo cruel porque pretende burlar nuestra lógica. El miedo es rápido, el pensamiento lógico lento. Si acusar es fácil, asustar lo es aún más. Cuando algunos políticos construyen barreras y conceptualizan a “los otros” están jugando con nuestra biología más primaria, su mensaje se filtra en la sociedad y hace que nos aferramos a lo que tenemos y a lo que creemos ser o tener, ya sea nuestra identidad como clase o a nuestra identidad como grupo. El papel de la personalidad de los políticos nunca debería desestimarse. Cuando más intolerante es un ciudadano a la ambigüedad más certezas busca y tanto Iglesias como Álvarez de Toledo siempre tienen respuestas claras y contundentes para señalar a los culpables, a los que hay que temer. Saben definir como pocos el caos. Cuanto más caótico dibujen nuestro mundo más consuelo y respuestas buscaremos en sus estériles enfrentamientos. De eso va el miedo.
