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Miércoles 06/11/2024
 

Hablillas

La raíz de la memoria

Abril nace en un año distinto porque suenan latidos metálicos

El título de una novela detiene el ritmo de la respiración para, una vez cogido el libro, sentir el aire rebotar sutilmente en la portada y acariciar el rostro que lo mira. Es una forma de agradecimiento que percibe el lector adicto mientras se recrea en la ilustración buscando la historia. Enredado por la curiosidad, lee la sinopsis rindiéndose al deseo inevitable y bello de comenzarlo esa misma noche, abrazado por el sofá o entre las sábanas, para dormirse viendo la historia que se va conformando al paso lento de las páginas.

A dos pasos de las vacaciones, si la lluvia decide descansar podremos leer al aire libre, cuando el sol empieza a calentar la tarde y La raíz de la memoria, la novela de Purificación García Díaz, es la razón de este momento, porque la narración se funde con el lector, una narración muy elaborada por lo sencilla. Con un lenguaje muy ágil, la autora va cincelando los párrafos bruñéndolos con la dulzura de un tono intimista, particular, apoyado en unas imágenes nítidas donde se pueden ver reflejados los desencuentros, las emociones, las luces y las sombras de los personajes, arañando el alma del lector. Porque Purificación García Díaz narra con la voz de la ternura, la que ondula por el silencio blanco de las páginas, la que salta de un renglón a otro logrando hacer audible lo inaudible.En la portada el título se recorta bajo un cielo claro, sobre una casa azul que brota junto a una jacarandá. Vivienda y árbol tienen una relación afectiva y especial, porque ambos protegen y alegran los días de Alda, una mujer luchadora y enferma junto a su cuñada, quien no duda en cuidarla. Durante un año y sin separarse apenas, cada una emprende su propio viaje afrontando el dolor de todo cuanto la vida les ha hecho sufrir, bajo la mirada violeta del árbol, el único que realza su color bajo un día gris. Desde la portada la jacarandá abre la copa al lirismo con la penumbra quieta cayendo a jirones desde su redondez, recordándonos los versos de Juan Ramón Jiménez, la fina sombra verde de las movidas hojas acaricia la página pura que voy leyendo. Al abrir la novela empezamos a caminar por ella tras los besos de las citas, desde el umbral de la primera frase, había oído la palabra resiliencia antes, pero nunca pensé qué relación podía tener conmigo, un susurro que enciende el deseo del lector a ser parte de la historia.

Abril nace en un año distinto porque suenan latidos metálicos. Ojalá que la lectura que regala sea una forma de aquietarlos.

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