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Legalidad, justicia y ética

Legalidad, justicia y ética deberían recorrer caminos paralelos, pero no siempre es así

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Legalidad, justicia y ética deberían recorrer caminos paralelos, pero no siempre es así.

La legalidad atiende al cumplimiento de las leyes y normas establecidas buscando la convivencia armoniosa en sociedad, estableciendo obligaciones que deben ser aceptadas por todos. La justicia se refiere a la equidad y la imparcialidad en la aplicación de esas leyes y normas. Y la ética se enfoca en los valores y principios morales que deben guiar el comportamiento humano.La realidad nos muestra situaciones donde legalidad, justicia y ética no solo no buscan confluir, sino que abiertamente se ignoran entre sí, e incluso se desafían.

“Imaginemos” que el partido en el poder modifica el delito de malversación para beneficiar a sus dirigentes, o cambia lo que antes estaba castigado para no juzgar o liberar a quien delinquió.

¿Es legal que un político cambie las leyes para adaptarlas a su conveniencia? La respuesta es sí, si consigue los apoyos que necesita para aprobar la reforma que beneficia a quienes la votan.

¿Es justo que unos pocos votos, de aquellos que se creen con más derechos que los demás, manden sobre la mayoría y decidan algo que va en contra de lo que puede beneficiar a todos y no solo a los que chantajean a todo un país? Parece que la respuesta también es sí, porque es democrático. Los números salen y las ambiciones personales parece que lo justifican todo.

¿Es ético que se pongan a discutir, a gastar dinero, y a legislar sobre el uso de más lenguas cooficiales en las instituciones cuando hay personas que no pueden financiar los tratamientos que necesitan, y no hay tiempo para, por ejemplo, aprobar la Ley sobre la ELA? Parece que también hay que responder que sí, bajo pena de acusación de demagogia.

La incoherencia entre legalidad, justicia y ética se ve mejor en estas cuestiones más generales, pero también se encuentra en otras “menores”.

En Jaén, poner un secadero de estiércol junto a una fábrica de aceite, cerca de un colegio, de restaurantes y negocios, a pocos metros de un río y de viviendas, parece que es legal, justo y ético.

Lástima que sea necesario que haya elecciones para que nuestros políticos recuperen el sentido común, la cordura y la sensibilidad para no hacer legal lo que no es justo ni ético. Aunque, a veces, cambian de opinión después.

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