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Formación y empleo

Hace unos días se hizo viral en los medios de comunicación la queja de una persona que comentaba su dificultad para conseguir un buen empleo

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Hace unos días se hizo viral en los medios de comunicación la queja de una persona que comentaba su dificultad para conseguir un buen empleo teniendo tres carreras universitarias, tres másteres y hablando varios idiomas, por su edad y porque “los títulos universitarios son un fraude”. 

El mejor nivelador social que existe es el sistema educativo, pero la situación personal, el lugar de nacimiento y su ubicación en la escala social proporcionan oportunidades desiguales. El Instituto de Estudios Fiscales ha publicado un trabajo en el que muestra que la desigualdad de oportunidades, que en 2005 era responsable del 43,4% de la desigualdad total, en 2019 alcanzó el 68%. Esa persona difícilmente podría haber conseguido toda su formación superior sin cierta posición y sustento económico familiar, al que no todos tienen acceso. 

Además, salvando las distancias, es como si decimos que un perfume es un fraude porque no hemos conseguido atraer a la persona que nos gusta. Seguramente, hay más factores que influyen, no solo el perfume. No solo cuentan los títulos, también la actitud y las capacidades. Otra cuestión es qué considera cada uno un “buen empleo”. El primero difícilmente lo será, sino más bien un primer paso en el que conseguir experiencia que permita seguir progresando. 

Por otro lado, un diario también publicaba recientemente “El gran engaño de la educación en España. Los problemas de los jóvenes para acceder al mercado laboral destapan un fracaso del sistema educativo que arranca en primaria y llega a la universidad”. Quien crea que necesita acumular muchos títulos para asegurarse un empleo es como quien piense que no podrá arreglar nada hasta que tenga todas las herramientas del taller de Bricomanía. No hace falta tanto. No solo hay que pensar en qué estudiar, sino en para qué. Uno de los responsables del programa de educación global de Google propone que en lugar de preguntar qué estudiar, deberíamos preguntarnos qué problemas queremos resolver y qué necesitamos aprender para ser capaces de hacerlo. 

Corremos el riesgo de lanzar el mensaje de que la formación no sirve de nada, e incluso algunos dicen que la cultura del esfuerzo es tóxica. Todos sabemos que estudiar para un examen no garantiza el aprobado, pero no hacerlo sí que aumenta claramente las posibilidades de suspender. Independientemente de que el sistema actual es muy mejorable, la alternativa de no formarse y no esforzarse difícilmente nos llevará a una situación mejor. 

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