Sólo en el último año han sido detenidos 50 personas por su presunta relación con ETA, 25 de ellas en Francia, 20 en España, tres en Venezuela, otra en el Reino Unido y una más en México.
El fortalecimiento de la colaboración internacional frente al terrorismo, sumado al incremento de la disidencia de los presos y el distanciamiento de su entorno político, ha llevado a la organización terrorista a un declive progresivo que empezó con la detención en mayo de 2008 de su entonces número uno, Francisco Javier López Peña, "Thierry".
Tras él fueron detenidos los seis terroristas que le sucedieron al frente del aparato militar: Mikel Garikoitz Aspiazu, "Txeroki" (noviembre de 2008); Aitzol Iriondo (diciembre de 2008); Jurdan Martitegi (abril de 2009), Ibon Gogeaskoetxea (marzo de 2010), Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, "Ata" (mayo de 2010), y Alejandro Zobaran Arriola, "Xarla" (marzo de 2011).
Uno de los últimos golpes que ha sufrido la banda es la detención el pasado mes de julio en el Reino Unido de Eneko Gogeaskoetxea, que hasta 2010 estaba considerado como uno de los responsables del aparato 'logístico', aunque no se descarta que ya hubiera abandonado la primera línea de la organización terrorista.
En la cúspide de la banda armada, fuentes de la lucha antiterrorista sitúan desde entonces a Iratxe Sorzabal, secundada por Izaskun Lesaka y, en lo que se refiere estrictamente al aparato político, por David Pla.
Éste fue detenido en Hendaya (Francia) en abril del año pasado por su relación con la red de abogados de ETA, aunque fue puesto en libertad poco después y desde entonces nada se sabe de su paradero.
Se sospecha que es uno de los encapuchados que aparecía en el vídeo del comunicado de la banda del pasado mes de enero, junto a Sorzabal, en el que ETA anunció un alto el fuego "permanente, general y verificable".
En la lista de terroristas más buscados, la Guardia Civil ha incluido también este año a otros tres etarras.
Uno de ellos es Andoni Goikoetxea Gabirondo, integrante del 'comando Erreka', que acumulaba en un caserío de Legorreta (Guipúzcoa) el mayor arsenal de explosivos encontrado nunca en España.
Los otros dos son Oier Ibarguren Sarasola, miembro de Segi a quien la Audiencia Nacional dejó en libertad en noviembre y que podría haber pasado a engrosar algún 'comando' de la banda, según los investigadores, y Xavier Aramburu Sagarminaga, a quien la Guardia Civil sitúa en Francia, integrado en la estructura de ETA en el país vecino.
Una estructura que está cada vez más debilitada por las sucesivas operaciones policiales que han desabastecido a la organización de buena parte de sus arsenales y explosivos tanto los que mantenía en localizaciones habituales como los que se ha visto obligado a establecer en otros países como Portugal.
En 2009, por ejemplo, fue descubierto el principal arsenal de explosivos hallado en Francia con 500 kilos de amonitrato y polvo de aluminio escondidos en una cochera en Grenoble.
A este hallazgo le sucedió en 2010 la localización en Portugal del mayor "polvorín" de ETA incautado en los últimos 10 años: 1.500 kilos de explosivo que la banda ocultaba en una vivienda de la localidad de Óbidos.
En marzo de 2011 la Guardia Civil descubrió en una bajera de Galdakao (Vizcaya) otros 200 kilos de explosivo, y un mes después 1.600 más, escondidos en dos caseríos de Legorreta y tres zulos en Zegama (Guipúzcoa), Azpiroz y Baraibar (Navarra).
De sus últimas acciones, los investigadoras atribuyen a un comando integrado por tres presuntos etarras -dos hombres y una mujer- el robo de 5.000 y 6.000 tarjetas vírgenes y varias impresoras en el sureste de Francia para falsificar documentos en diciembre de 2010.
Los investigadores, además, tienen constancia de que ETA ha seguido cometiendo algunos robos en Francia y ha continuado con sus labores de aprovisionamiento, como prueba la detención el pasado 17 de junio en Francia, en un tren procedente de Italia, de Iñaki Domínguez Atxalandabaso, que llevaba una maleta con componentes electrónicos para la fabricación y activación de explosivos.
Sin una dirección clara en sus aparatos político y militar, sin apenas capacidad para cometer atentados y sin el apoyo de su entorno político, ETA también ha perdido una de sus mayores fuentes de ingresos, tras dejar en abril de extorsionar a empresarios del País Vasco y Navarra con el denominado "impuesto revolucionario".