Es curioso lo que está sucediendo con este monumento, que se remonta nada menos que a siete siglos y que ocupa más espacio que varias iglesias juntas. Parece que hay un principio de acuerdo entre la Consejería de Cultura y Adepa para, modificando el proyecto inicial, iniciar las obras que darán futuro a los viejos astilleros sevillanos, pero este principio de acuerdo o se silencia o ocupa un lugar secundario dentro de la vibrante vida social de la ciudad y las promesas de actuaciones municipales, seguidas de las críticas de la oposición.
Sin embargo, muchos son los hechos interesantes y novedosos que han sucedido hasta llegar a este punto de acuerdo entre la Junta y nuestra asociación.
En primer lugar, la intervención de un buen número de entidades nacionales e internacionales (Hispania Nostra, Icomos, Real Academia San Fernando de Madrid, Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, Real Academia Sevillana de Ciencias, Grupo Español de Conservación, Real Academia de la Historia), que se pronunciaron contra el proyecto inicial, enfrentándose a los Colegios de Arquitectos, como el ínclito de Sevilla, Comisiones de Patrimonio y algún director de periódico y un buen número de periodistas sevillanos, que consideraron nuestras denuncias como paralizantes de la ciudad y motivadoras de la inercia y el atraso en que según ellos decae Sevilla.
Como siempre, salió lo de la Giralda mora y renacentista (no sé cómo no les da vergüenza seguir utilizando este pobre recurso dialéctico) olvidando los palacios desaparecidos sustituidos por la hermosa arquitectura de “El Jamón” o el “Núcleo los Azahares”.
En segundo lugar, partimos de que el proyecto era en ciertos puntos ilegal y por ello lo llevamos a los Tribunales. Un juez valiente (en muchos casos, desgraciadamente, la Justicia tiende a ponerse al lado del poder o del dinero) decidió que el proyecto podía poner en peligro el edificio en cuanto a la carga a la que sometía los pilares del Siglo XIII y suspendió cautelarmente las obras, obligando a la Junta a negociar si quería que el proyecto saliera adelante.
En tercer lugar, la aparición de un hombre providencial, Eduardo Tamarit, que creemos, empujado por la propia presidenta, Susana Díaz, decidió echarle horas y reuniones para alcanzar un acuerdo, cuando estas horas se la deberían haber echado los técnicos de la Gerencia, el delegado de Urbanismo y nuestra Comisión de Patrimonio, la que sigue aún apoyando la destrucción de la ciudad y, sobre todo - y es lo más grave-, saltándose la Ley de Patrimonio, que ellos no tienen que interpretar si no sólo hacer cumplir, pero ese papel no les gusta, es demasiado irrelevante, al igual que a muchos arquitectos no les gusta la restauración; es muy pobre para su extraordinario ego.
En cuarto lugar, destacar la importancia de los cambios en el proyecto, que van a permitir al ciudadano recorrer la muralla y barbacana almohades que separaban la ciudad del Arenal; visitar dos naves a la altura del inicio de los pilares, casi once metros de altura (la catedral civil de Sevilla junto con la Fábrica de Artillería, cuya recuperación también sería fundamental para la ciudad) y encontrarse con la recreación de la fundición de artillería o con el S. XIX y principios del S.XX en sus pabellones y sala de armas. Todo un magnifico conjunto que puede ser fundamental en la celebración del V Centenario de la Vuelta al Mundo.
Por ello, aunque la noticia está apareciendo sin pena ni gloria en medios de comunicación, aunque nadie haga loas del trabajo de tantos meses de duros, durísimos enfrentamientos, y aunque nadie nos invitará a la inauguración de esas recuperadas Atarazanas de Sevilla, nos sentimos absolutamente satisfechos de nuestro trabajo y seguiremos en ello, porque lo que de verdad paraliza esta ciudad, lo que de verdad la hace mediocre, es el todo vale de algunos y el nada es posible de otros.