Este político de 63 años, ministro de Finanzas y número dos del Gobierno saliente, fue recibido con un apoyo ciudadano del 25 por ciento en las encuestas, más del 17 por ciento con el que se despidió el miércoles su predecesor, Yukio Hatoyama, pero aún insuficiente.
Kan, que a diferencia de sus ocho antecesores no pertenece a una famosa dinastía política japonesa, es un veterano legislador todoterreno con pasado socialista, que participó en 1998 en la fundación del gobernante Partido Democrático (PD) y estaba en el área cuando correspondía.
Ha sido el único de los pesos pesados de su partido que dio un paso al frente para suceder a Hatoyama, quien en ocho meses y medio en el cargo dilapidó el fuerte respaldo popular logrado en las urnas el 30 de agosto, cuando obtuvo el 68% de los votos.
A mediados de julio están previstas unas nuevas elecciones para renovar la mitad de la Cámara Alta y una eventual derrota del PD dejaría a Kan en una situación muy complicada, dos meses antes, además, de tener que renovar su liderazgo en el partido.
Su elección como presidente del Partido Democrático y horas después en la Dieta (Parlamento) como primer ministro tuvo el poso de la rutina en Japón, un país que en menos de cuatro años ya ha presentado al mundo cinco primeros ministros.