Tal parece que así fue para el pintor catalán Mariano Fortuny (1838-1874) quien, tras pasar por Córdoba y Sevilla, halló en Granada el paraíso ideal de su existencia, alcanzando felizmente el clímax de su arte pictórico en los últimos años de su vida, según demuestra la exposición “Andalucía en el imaginario de Fortuny”, que se podrá contemplar hasta el 7 de enero de 2018 en el Caixaforum de Sevilla.
Tras su primer encuentro con África como cronista artístico de la guerra de Marruecos en 1860, su viaje a Andalucía en 1870, fijando su residencia en Granada por dos años y donde nacerán sus dos hijos, este contacto directo con lo oriental cercano e interior de España supondrá uno de los momentos más felices de su existencia y una de las fases más interesantes de su versátil creatividad como pintor, acuarelista, dibujante y grabador.
La calidad de Fortuny como gran dibujante y acuarelista además de extraordinario grabador significa una de las cimas de la historia de la pintura española, segada lamentablemente por su prematura muerte. Sus perspectivas del río Darro y de los callejones del Albaicín así como los estudios para varios cuadros de tema granadino se nos presentan como atractivo prólogo de esta interesantísima exposición que nos introduce en la visión orientalista del pintor catalán a través del paradigma excelente de la Alhambra y sus monumentos anejos.
Ahora bien, una exposición que lleva en su título la palabra “Andalucía” debería haber cuidado algo más los rótulos de las obras expuestas en lo que se refiere al arte andalusí y cuando se hable, por ejemplo, de “Espadas de estilo musulmán” haber escrito espadas nazaríes de la jineta.
De “La batalla de Tetuán” (1860) a “La matanza de los Abencerrajes” (1870) va una década en la que el arte de nuestro pintor cristaliza en “La vicaría” (1868), obras todas ellas realizadas tras minuciosos estudios al lápiz, la pluma y el pincel. Los estudios preparatorios de “La matanza de los Abencerrajes” le llevan a analizar distintos aspectos del monumento nazarí. Así la acuarela “Bajorrelieve y jinete musulmán” se refiere a la famosa pila figurada (s. XI) que se ha exhibido siempre en el Museo de la Alhambra mientras que el jinete musulmán es el representado en la pintura de tema caballeresco de la Sala de los Reyes del palacio de los Leones de Muhammad V.
Por otra parte, las acuarelas que aparecen como “Ornamentaciones de estilo musulmán” son evidentes ruedas de lazo almohade de doce así como el “Croquis de artesonado de estilo musulmán” no es más que la trompa de mocárabes de la bóveda estalactítica del Salón de Abencerrajes. En fin, aunque se muestra un estudio para el cuadro de “El Tribunal de la Alhambra” de la Fundación Gala-Dalí, hubiéramos celebrado la presencia, al menos, del boceto preparatorio de dicho cuadro.
Su dominio del óleo sobre tabla queda ejemplificado en sus “Flores”, “Jazmines de la Alhambra”, “Jarrón con flores” y el “Patio de los Reales Alcázares de Sevilla” que se trata del conocido “Patio de los burladores” que accede a los baños de María de Padilla, con lo cual la exposición llega a la capital del Guadalquivir.
Con ello, contemplamos el dibujo de una “Cerradura de puerta de estilo musulmán” que no es ni más ni menos que el magnífico aldabón almohade de la Puerta del Perdón de la catedral de Sevilla. Asimismo “Llaves de Sevilla y un vaso” que consiste en las llaves de la ciudad y la llamada “taza de San Fernando” del tesoro de la catedral de Sevilla, como se puede leer manuscrito en el propio dibujo.
La documentada exposición culmina en una cuidada selección de los pintores Regnault, Clairin, Martín Rico y Ricardo de Madrazo en los que se señala la huella de Fortuny así como el epílogo titulado “El influjo sevillano”, donde podemos constatar el interés del pintor catalán por la tauromaquia con el abocetado óleo de “La Maestranza” y los inigualables estudios de “Picadores” al igual que su acuciosa visión de la plaza del Triunfo y otras calles de Sevilla donde hoy como ayer pululan los mendigos.