"La literatura se vive con la pasión de una oportunidad única y se convierte en un asunto de vida o muerte", decía esta narradora y ensayista ante las más de 600 personas que asistieron a su ingreso oficial como académica de la Lengua.
Puértolas (Zaragoza, 1947) se considera "una permanente aprendiz de la expresión escrita", pero su discurso fue una lección magistral por más que, como ella afirmara, sus palabras procedan "de la intuición solitaria del creador".
Con pulso certero y "llaneza", esa cualidad que tanto le gustaba a Cervantes, la escritora rindió "un pequeño tributo" a esos personajes que ayudaron a don Quijote "en su lucha por imponer sus ideales" y que, de una u otra forma, acercan al lector al "enigma" del caballero.
Convertida ya en la quinta mujer que hay actualmente en la RAE, Puértolas llega a esta institución con una "aliada esencial": "la lengua".
"Su capacidad de ser moldeada, de adaptarse a los más variados y extraordinarios hechos, sueños y fantasías, ha supuesto para mí uno de los grandes regalos de la vida", decía la escritora, galardonada con premios como el Planeta, el Anagrama de Ensayo y el de las Letras Aragonesas.
Como manda la tradición, la nueva académica elogió a su antecesor en el sillón "g", el científico Antonio Colino, y destacó su dedicación a profundizar en "la colaboración estrecha entre la ciencia y el lenguaje", una labor "indispensable si se quiere vivir de acuerdo con los tiempos".
Ese sillón representa para ella "el vasto mundo de los misterios científicos y de todos los misterios", subrayaba la escritora, quien en su juventud también investigó sobre la teoría del lenguaje, pero dejó pronto "los umbrales de la ciencia" por su "disposición instintiva a no buscar verdades ni certezas".
"La indagación literaria parte de la incertidumbre y el riesgo, y no persigue conclusiones ni resoluciones", indicaba esta novelista que, según diría luego José María Merino en su respuesta, ha acuñado en su obra "un estilo inconfundible, singularizado por la concisión y una misteriosa naturalidad".
Para una ocasión tan solemne como la de este domingo, Puértolas buscó "cobijo" en el Quijote, esa "gran novela" que refleja "la literatura como metáfora de la vida" y "la locura como metáfora de la literatura", y se centró en los personajes secundarios.
Y es que ella siente "debilidad por los secundarios". Desde niña, cuando le contaban cuentos se fijaba en "aquellos personajes que se quedaban un poco atrás, un sapo desorientado, un elefante patoso, una gallina de plumaje deslucido".
En el Quijote abundan los personajes femeninos, y Puértolas no desaprovechó la ocasión para detenerse en algunos de ellos, porque Cervantes "le brinda al caballero más de una ocasión de demostrar que no es ni mucho menos insensible a los encantos femeninos".
"A don Quijote le gusta el juego del amor", subrayaba la escritora, antes de referirse a Marcela, que sorprende "a los lectores de todos los tiempos" por "su firme declaración de libertad".
"Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos", declara Marcela, "íntimamente emparentada" con don Quijote porque "no tiene nada que ver con sus semejantes".
Frente a los ideales de Marcela, la hija del ventero ofrece "una buena dosis de realidad". Y, aunque hay "ratos de complicidad y de silencio" entre don Quijote y esta mujer, de "muy buen parecer", al final "la burla se impone sobre el respeto o la simpatía iniciales".
"Y es que la convivencia entre pícaros y soñadores es prácticamente imposible", aseguró Puértolas, quien también se detuvo en Dorotea, "lectora de libros de caballerías y una excelente narradora oral"; en la duquesa, en la "frívola" Altisidora, en doña Rodríguez, y en Claudia Jerónima y Ana Félix.
Algunos de estos personajes enseñan que para Cervantes "los principales méritos de una persona residen en la independencia, las convicciones y los principios personales, en unas reglas internas que no siempre casan con las categoría sociales establecidas".
El Caballero del Verde Gabán, "excelente interlocutor para nuestro héroe"; Roque Guinart, "el bandolero de buen corazón", o Basilio, "enamorado y lleno de virtudes, pero pobre", cobraron vida de nuevo en el discurso de Puértolas.
Al final, "Cervantes deja que el héroe acepte su derrota, se retire y muera. "Es el propio don Quijote quien deja caer el telón al declarar: 'yo fui loco y ahora soy cuerdo'".